Descripción |
Soldado, de rasgos orientales, en posición frontal. Con la mano derecha sostiene un sable en alto, llevándose la otra mano a la cintura. Tocado con turbante de color amarillo con penacho rojo. Viste chaqueta azul y pantalón bombacho rojo. La figura está pintada por ambas caras. Sobre peana cuadrangular.
Forma conjunto con otras dos figuras similares: CE6683, CE6684 y CE6685. Las tres piezas se conservan unidas, mediante hilos, a un cartón en el que aparece la siguiente marca de fábrica: ""PUEBLO ESPAÑOL" - Barcelona / Museo de Industrias y Artes Populares / FUNDICIÓN DE JUGUETES / DE PLOMO CON MOLDES / ANTIGUOS Y MODERNOS / Parque Municipal de Montjuich".
Con figuras de plomo como ésta, especializadas en temas militares, los niños desarrollaron juegos de desfiles y batallas. Otra tipología muy interesante la forman las figuras que representan temas cotidianos o incluso de temática religiosa. La producción en serie permitió el abaratamiento de los costes y la difusión de estos juguetes que estuvieron presentes en la mayoría de los hogares. La moda de la época, así como las costumbres y diversiones que el niño debía aprender a través del juego, se reflejan en estos tipos.
Pertenece a la colección de figuras de plomo y estaño que se realizaron hacia 1940 en los talleres del Pueblo Español de Barcelona, a partir de los moldes originales del taller del italiano Carlo Ortelli y Dotti; natural de la región de Como. Éste se instala en Barcelona en 1828 donde funda el primer taller de miniaturas de plomo de España. La producción de soldados de plomo se había iniciado en Nuremberg en el último tercio del siglo XVIII, gracias a la actividad de Johan Gottfried Hilpert. En las primeras décadas del siglo XIX se extiende por toda Europa, alcanzando un gran desarrollo en Suiza, desde donde se introduce en Italia. Ortelli realizaba las piezas en estaño y plomo a partir de moldes de piedra, que tallaban sus colaboradores: Bacciarini, Lleonart y los hermanos Pera. Esta aleación, que tomaba forma por el procedimiento de la colada, aportaba una gran dureza y brillantez, que los colores traslúcidos empleados permitían apreciar.
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