| Descripción |
Escena que representa a un conjunto de figuras que se distribuyen en un interior arquitectónico de gran amplitud. En la parte central, elevadas por tres escalones, destaca un grupo de tres, formado por una figura masculina de larga barba blanca que está uniendo las manos de un hombre que lleva una rama en su otra mano y una mujer. Alrededor de ellas, se sitúan otros personajes que están conversando y siguiendo la escena principal. En primer plano, en la parte inferior de la escalera, aparecen otros personajes y, en el centro, un perro de color blanco con las patas delanteras levantadas. El interior arquitectónico es un espacio abovedado de características clásicas que presenta nichos en sus muros con esculturas en su interior. Al fondo, en la parte central, un arco deja ver el exterior. En la parte central de la iglesia, bajo el arco abierto al exterior, tienen lugar los desposorios de María y José con el que se anuncia la inminente llegada de la Nueva Ley. En primer plano, en la parte inferior de la escalera, aparecen otros personajes y, en el centro, un perro de color blanco con las patas delanteras levantadas. El interior arquitectónico es un espacio abovedado de características clásicas que presenta nichos en sus muros con esculturas en su interior.
La escena de los Desposorios de la Virgen representa al sumo sacerdote de pie, con María y José a ambos lados, rodeado de grupos de personas que contemplan el rito. El interior arquitectónico es un templo vinculado a la vida de la Virgen. La historia se describe en el Protoevangelio y en la "Leyenda Dorada", que se convirtió en fuente iconográfica para los artistas. Este cuadro se atribuye a Juan de Valdés Leal, pintor sevillano de fines del siglo XVII.
En 1911 Aureliano de Beruete, en su monografía dedicada a Valdés Leal, menciona otro lienzo de este asunto hacia 1657 o 1667, de tamaño mayor, en la la catedral de Sevilla que coincide con éste en las medias figuras de primer término. Otro, algo mayor, forma parte de una serie de la vida de la Virgen, en colección inglesa, y su composición es igual a éste en lo que atañe a las figuras, aunque parece obra posterior por el barroquismo de su arquitectura.
Hay en Valdés Leal algo que le distancia de Murillo y que ha facilitado sin duda su leyenda. Valdés pertenece a lo que Elías Tormo llamó con acierto la "veta brava" del arte español. Su pintura tiene una fuerte carga expresiva y un desdén por la forma bella que produce una cierta impresión de desagrado ante buena parte de su obra.
En la década de 1680, última de su vida, contrata bastantes obras, muchas de ellas de carácter decorativo, en lienzos de gran tamaño, y al fresco y al temple, para las cuales, y ante su mala salud, hubo de recurrir a la colaboración de ayudantes, especialmente de su hijo Lucas.
Una gran aportación ofrece la monografía de Enrique Valdivieso, "Valdés Leal", Sevilla, 1988, ed. Guadalquivir.
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