Foto: Antonio Ceruelo

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Museo Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos (IAACC) Pablo Serrano
Inventario 1995.01.0200
Clasificación Genérica Escultura; Arte Público
Objeto/Documento Escultura
Autor/a Serrano Aguilar, Pablo (Lugar de nacimiento: Crivillén, 10/02/1908 - Lugar de defunción: Madrid (m), 11/1985)
Título Interpretación al retrato de Antonio Machado
Materia/Soporte Bronce
Técnica Fundido
Dimensiones Altura = 127 cm; Anchura = 108 cm; Profundidad = 123 cm
Descripción Retrato de un personaje masculino (Antonio Machado) realizado en grandes dimensiones y del que únicamente se representa la cabeza. Es por ello que toda la carga creativa se concentra en su rostro, realizando un retrato físico y psicológico en el que la nota característica la pone el semblante serio del personaje, visible en la dureza en el gesto de la boca, y su nariz aguileña.
Firmas/Marcas/Etiquetas Lateral inferior
Serrano
Datación 1984
Uso/función Esta Interpretación al retrato tenía una función conmemorativa al concebirse como elemento central del monumento a Machado, levantado dentro de los actos de homenaje Paseo con Antonio Machado que se iban a llevar a cabo en Baeza en 1966. En este caso, se trata de una copia a mayor tamaño que se hizo a partir del original en el año 1984 para instalarse en el barrio madrileño de SACONIA.
Descriptores Geográficos Madrid (m)
Clasificación Razonada Tan importante como el bronce, el barro o el hierro, fue la palabra escrita para Pablo Serrano, quien tuvo en la Literatura una fuente de inspiración y una herramienta de comunicación que debe tenerse presente a la hora de interpretar buena parte de su obra. Además de recurrir de manera constante a la escritura como vía con la que plasmar la intención y mensaje de sus creaciones, Serrano dedicó una parte considerable de su producción, más allá incluso del plano escultórico, a creaciones y autores literarios que inmortalizó, principalmente, a través de su práctica de la escultura monumental y de su serie conocida como Interpretaciones al retrato. No deben pasarse por alto otras piezas singulares pertenecientes a distintas series como el Quijote, de la serie de Hierros, El perro del hortelano, de la Quema, o los retratos en porcelana que hizo de Miguel de Cervantes y, de nuevo, de Don Quijote de la Mancha, entre otras.

Es dentro de esta vinculación de Serrano con la Literatura donde se enmarca y de donde surge una de las obras cumbre dentro de su trayectoria artística, el Monumento a Antonio Machado, en la que aúna, por un lado, su práctica de la escultura pública monumental, entendida además en relación con el paisaje circundante, y la esencia de sus Interpretaciones al retrato, una de sus series más personales, la única en la que trabajó a lo largo de toda su carrera y por la cual debe ser considerado como uno de los mejores retratistas españoles del siglo XX.

El origen de este monumento se encuentra en la iniciativa impulsada por el fiscal Jesús Vicente Chamorro quien, a raíz de una visita a Baeza en febrero de 1965, plantea al alcalde, al catedrático de francés y al juez de instrucción del municipio la realización de un homenaje a Antonio Machado, que había ejercido como profesor de francés en el instituto de la citada localidad. Chamorro trasladó esta propuesta a otros conocidos suyos en Madrid con la intención de poder hacer realidad esta propuesta; entre aquellos que decidieron implicarse se contaban, por citar algunos, los literatos José Manuel Caballero Bonald y Jesús López Pacheco así como el escultor Pablo Serrano y el arquitecto Fernando Ramón Moliner, hijo de la filóloga María Moliner, que se convertirían en responsables del elemento central de este homenaje, la erección del monumento en memoria de Antonio Machado.

Esta conmemoración, bautizada con el nombre de Paseos con Antonio Machado, se gestó, por tanto, al margen de canales oficiales y estuvo dirigida por la Comisión Organizadora de la que el propio Chamorro fue nombrado secretario, quien declaraba que el homenaje consistiría en un acto rigurosamente humano y cultural, ofreciendo a Machado nuestro recuerdo como hombres. En esta Comisión Organizadora se integraron también Aurora de Albornoz, Valeriano Bozal, José Antonio Hernández, Jesús López Pacheco, José Manuel Caballero Bonald, Fernando Ramón Moliner y el propio Pablo Serrano. Paralelamente, se creó también una Comisión de honor integrada en su totalidad por grandes escritores como Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, José Luis Aranguren, Antonio Buero Vallejo, Camilo José Cela, Miguel Delibes, Salvador Espriu, Paulino Garagorri, Ana María Matute, Blas de Otero, Dionisio Ridruejo y Luis Rosales. La financiación del homenaje se haría también al margen de vías oficiales, siguiendo la fórmula de la suscripción popular, salvo en el caso del monumento, que sería sufragado por el Ayuntamiento de Baeza, sin incluir los honorarios de Fernando Ramón y Pablo Serrano, quien se ofreció para hacer desinteresadamente el monumento al poeta Machado. Dentro de la larga nómina de los suscriptores privados que apoyaron la financiación del homenaje se encontraban Rafael Alberti, Vicente Aguilera Cerni, Enrique Tierno Galván, José Núñez Larraz o José Luis López Aranguren, entre otros, y del plano internacional, la publicación literaria Les Lettres françaises, la editorial Ibérica Publishing Company, fundada en Nueva York por la española Victoria Kent, el filólogo Henry Gifford, el historiador del arte Giulio Carlo Argan o los hispanistas Helen F. Grant y Arrigo Repetto, entre otros, lo que venía a demostrar la dimensión internacional de Machado y la implicación del mundo cultural europeo y americano en el homenaje que se estaba gestando.

El 15 de mayo de 1965, por invitación de la Comisión Organizadora, Pablo Serrano y Fernando Ramón visitaban Baeza con la intención de establecer el emplazamiento idóneo para el monumento. Como si atendiera al deseo que expresó Machado en sus versos, ¡Campo de Baeza, / soñaré contigo / cuando no te vea!, vieron en el Paseo de las Murallas, en las afueras del pueblo, por donde Machado solía pasear, el mejor lugar para su balcón desde Baeza a España y sus hombres. Era, además, un entorno que según Serrano se prestaba para reunión de gentes, monumento vivo, centro de invitación a los poetas, sencillo escenario al estilo del teatro griego con sus gradas de piedra frente a ese magnífico paisaje andaluz. Guiados por este deseo de hacer del monumento un lugar de encuentro, los autores plantearon una actuación que unía escultura, arquitectura y paisaje; una configuración arquitectónica, un tratamiento escultórico y una localización singulares en la que rompían con la concepción tradicional del monumento conmemorativo. La solución aportada consistía en un gran cubo de hormigón, revisión del tradicional pedestal, en cuyo punto central se situaba la efigie de Machado, nada más que la cabeza, en la que Serrano logró una de sus mejores Interpretaciones al retrato. Visto en conjunto, esta propuesta representaba la unión de lo geométrico y lo orgánico, las formas ovoide y cúbica, porque, entre otros aspectos, según señalaba Serrano en el proyecto, el hecho de Conciliar contrarios es lo que quiso A.M. La justificación a esta solución la daba el propio Serrano al señalar que (.) era necesaria como forma abstracta, la forma geométrica de un cubo, el que podría ser símbolo de la forma pura de su verso, de su verdad, de su honesta y recta trayectoria humana, pero no podía faltar, precisamente en este homenaje a Machado, el hombre, su presencia. La cabeza, su cabeza. Esta difícil escultura, se encerró también en una geometría de forma oval, que nacía a la vez de la observación de su iconografía y esta forma fue en su superficie enriquecida con el dibujo de su parecido real, su mirada, su boca, su expresividad viva y vivida.

Mientras Serrano trabajaba en la realización del retrato de Machado, cuya fundición tuvo lugar probablemente durante el mes de noviembre de 1965, en Baeza se llevaban a cabo los movimientos de tierras y construcción del cubo de hormigón, unas obras que comenzaron a acumular retrasos que obligaron a posponer la inauguración del monumento y los demás actos del homenaje a Machado en Baeza al 20 de febrero de 1966; durante las primeras semanas de ese mismo mes de febrero, otras actividades previas tuvieron lugar en el Instituto de Boston de Madrid y en el Colegio Oficial de Arquitectos de Cataluña y Baleares, donde se inauguró la exposición Homenaje a Antonio Machado, donde se mostraba, entre otros, la maqueta de Fernando Ramón, el busto original que hizo Serrano y el cartel de Joan Miró.

Había sido este un proyecto que se había desarrollado sin problemas, sin embargo, conforme se aproximaba la fecha del homenaje comenzaron a surgir impedimentos que terminaron por frustrar la celebración. Concretamente, diez días antes de los actos de Baeza, previstos para el 20 de febrero, el alcalde de la localidad aplazaba otros diez días la celebración de los mismos, decisión unilateral que no fue acordada junto con la Comisión Organizadora; el día 19 de febrero apareció en prensa una nota que aplazaba los actos para el 21 de marzo, comunicación que no fue realizada por la Comisión, que siguió adelante con la celebración del homenaje, si bien reduciéndolo a la instalación del retrato de Machado en el monumento, tras obtener la autorización del alcalde para llevar a cabo la entrega del mismo. Era la solución que posibilitaba seguir adelante con la celebración del homenaje en Baeza, a donde ya se habían trasladado miles de personas que, sin embargo, se encontraron con que el mismo día 20 el alcalde entregaba al notario de Baeza una comunicación donde manifestaba que no accedía a la entrega del monumento. La justificación oficial fue que las obras del monumento no estaban terminadas. El homenaje quedaba así cancelado. Según los asistentes y los medios, en Baeza se congregaban miles de personas procedentes de distintos puntos del país que, sin ninguna explicación por parte de las autoridades, se encontraban con la prohibición de llevar a cabo la colocación e inauguración del monumento; hubo cargas policiales contra los allí congregados y 27 personas fueron detenidas, según recogió la prensa internacional a partir del testimonio de algunos de los allí presentes.

El simbolismo que ya de por sí contenía la figura de Machado, encarnación del compromiso político-social y del exilio, se potenció a consecuencia de los impedimentos sufridos por la fallida inauguración de un monumento que, muy al contrario de lo pretendido por la censura, terminó por convertirse en heraldo con eco internacional de los valores que representaba Machado: paradójicamente, el retrato del poeta que hiciera Pablo Serrano y que no pudo ser instalado en Baeza pasó a ingresar, en algunos casos por solicitud de esos centros y otros por ofrecimiento a los mismos, en las colecciones de museos e instituciones de otros países. Para ello se fundieron nuevas copias que forman parte de las colecciones del MoMA (1967), de la Brown University (instalada actualmente en la Machado Hispanic House) (1967), el Centro Pompidou de París (1973), el Instituto Antonio Machado de Soria (1982), el Ermitage (1982), la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1982), el barrio madrileño conocido como Ciudad de los Poetas (1985) y la Biblioteca Nacional (2007). En el IAACC Pablo Serrano se conservan dos ejemplares, una copia de la cabeza realizada para el monumento y una reproducción a mayor tamaño realizada en 1984, que es la que aquí nos ocupa.

Desde 1966, el retrato de Machado, propiedad de la Comisión Organizadora de Paseos con Antonio Machado, había pasado por el estudio de Fernando Ramón, la librería madrileña Antonio Machado y, finalmente, la vivienda de Jesús Vicente Chamorro, última parada antes de volver, definitivamente, a Baeza. Fue el 10 de abril de 1983 cuando se pudo llevar a cabo la instalación de la cabeza de Machado e inauguración del monumento en un acto multitudinario (5000 personas, según la prensa escrita) al que asistieron, además de los organizadores, Rafael Alberti o Francisco Rabal, que acompañaron el acto con un recital de poesía.

Se puede concluir que el Monumento a Antonio Machado constituye un testimonio de primer orden del legado cultural español del siglo XX, en el que se dan la mano la creación plástica, a través de la obra escultórica de Pablo Serrano, y la creación literaria, con la figura intelectual de Antonio Machado, el poeta del pueblo, como lo definió Manuel Tuñón de Lara, y uno de las principales aportaciones de España a la Literatura universal. Sin embargo, el valor e interés de esta pieza trasciende la dimensión artística por concentrar toda una serie de connotaciones intelectuales y políticas que hacen de este monumento un testimonio de la historia de España del siglo XX, condensada en el personaje, Antonio Machado, exiliado a Francia casi al final de la Guerra Civil, en la censura vivida por el homenaje durante el franquismo y, finalmente, su inauguración una vez comenzada la democracia.
Bibliografía La escultura de Pablo Serrano como reflejo de su pensamiento. Revista de Andorra, nº8. Andorra (Teruel): Centro de Estudios Locales de Andorra (CELAN)/ Instituto de Estudios Turolenses, 2008, pp.21-40. p.29.

AZPEITIA BURGOS, Ángel. Gargallo, Condoy, Serrano. 1999. p.85.

DURÁN UCAR, Dolores. Pablo Serrano. Catálogo razonado de esculturas. 1930-1985. Fundación Azcona, 2017. 603.

RAMOS ORTEGA, Manuel José. El homenaje a Machado de 1966: la correspondencia a J.M.
Caballero Bonald. Cuadernos AISPI. Estudios de lenguas y literaturas hispánicas. 91 - 110.

RUBIO JIMÉNEZ, Jesús. Pablo Serrano y su «Retrato de Antonio Machado» (1966):circunstancias y significación. El arte público a través de su documentación gráfica y literaria. Homenaje a Manuel García Guatas. 75 - 93.

VV.AA.. Pablo Serrano. Fundación Museo Pablo Serrano. Madrid: Electa, 1994. 97.
Catalogación Grau Tello, María Luisa
Derechos de explotación Gobierno de Aragón. IAACC Pablo Serrano, 2024
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