| Descripción |
Se trata de uno de los objetos exóticos apreciados por los viajeros del siglo XIX, que son traidos a Europa por éstos o por militares a su regreso de las campañas africanas. Su segura procedencia de la Kabilia argelina nos situa en la esfera del colonialismo francés del siglo XIX, aunque la población española en Argelia era numerosa antes de la II Guerra Mundial, especialmente de emigrantes alicantinos y baleares.
La cerámica bereber es una de las escasa producciones del mediterráneo occidental aún producida a día de hoy por mujeres. Se trata de una alfarería doméstica, para autoconsumo, realizada con técnicas muy elementales pero perfectamente adaptadas a la utilidad final del objeto. Dentro de la casa bereber, la fabricación de cerámica es una más de las muchas ocupaciones de las mujeres. Generalmente se realizaba para ser utilizada en el propio hogar, pero si se producían más piezas de las necesarias, el hombre era el responsable de su comercialización, excepto en el caso del trueque inmediato en la misma aldea que las alfareras podían realizar con otras mujeres, intercambiando cerámicas por los excedentes de sus vecinas en caso necesario. Es un objeto representativo de este mundo oculto, apartado de la vida pública, que protagonizan muchas mujeres aún en sociedades de hoy, y que manifiesta que, a pesar de su ocultamiento, su rol en el sistema productivo y económico es fundamental para la supervivencia del hogar. Las alfareras bereberes de la Kabilia aún siguen interpretando esos roles aunque la naturaleza de la sociedad argelina actual les permite tener una mayor proyección pública, cosa que no ocurre con sus compañeras rurales bereberes de Marruecos al pertenecer a un grupo social que, por su modo de vida, se ha mantenido más alejado históricamente de las dinámicas urbanas, siendo sus productos visualizados mayoritariamente por la intermediación de los hombres.
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