| Descripción |
Jarrón de cuerpo cilíndrico inclinado hacia la base, cuello ovalado estrangulado hacia los hombros del cuerpo, boca invasada de perfil triangular, labio envasado. Tres asas laterales verticales inclinadas y sobreelevadas, de sección ovalada y acanaladura en su cara exterior, desde el labio hasta los hombros, continuándose cada una por el cuerpo hasta la base en dos aristas onduladas en altorrelieve. Base circular de solero cóncavo. Fondo convexo.
Exterior: esmalte blanco, con decoración en relieve de aristas onduladas verticales en el cuerpo, concéntricas incisas en el cuello y acanaladuras en la cara exterior de las asas, y decoración pintada a pincel en azul, amarillo, rojo, verde y morado o manganeso, de motivos vegetales y geométricos por toda la superficie. Labio y asas en azul.
Interior: igual esmalte blanco, con acanaladuras verticales onduladas que se corresponden en el exterior con las aristas verticales a continuación de las asas.
Por toda la superficie entre las asas, decoración geométrica de rombos en cuadrícula, rodeados por diferentes hojas y tallos.
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| Clasificación Razonada |
Pareja de jarrones en forma de calabaza (INV. 18616 e INV. 18617), con unas acanaladuras horizontales en la mitad del cuerpo superior, y con tres asas al tresbolillo, que arrancan de la base como raíces en relieve, que se pegan al cuerpo y se despegan en el tercio superior para elevarse sobre la boca, formado un arco que desciende de nuevo hasta el borde para unirse a él. Tanto la forma como las asas dan a estos jarrones un aire de modernidad, típico de la nueva estética que se impone a partir de los años veinte en toda Europa. Sin embargo tanto la técnica como la decoración siguen la tradición, con motivos vegetales estilizados menudos que llenan toda la superficie, en dos versiones, una polícroma y otra en azul, en la que se incluyen formas romboidales con líneas entrecruzadas, que recuerdan las decoraciones de las jarras y platos de las fábricas maniseras de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, como la de Arenes, por citar un ejemplo.
El autor de estos jarrones es el ceramista Francisco Monera Gil (1848-1932), que además de ceramista era maestro nacional en Manises. Está muy considerado dentro de la técnica de reflejos metálicos, que ya estaba practicando hacia 1884. En estos primeros momentos, según Josep Pérez formaría la Sociedad Francisco Monera y Compañía con Francisco Valldecabres, con la que participaría en la Exposición Internacional de Reproducciones Artísticas de Barcelona de 1892, en la que consiguió una Medalla de Plata. Poco después se deshizo la Sociedad, y Monera empezó a trabajar en solitario en un pequeño taller, presentándose a las Exposiciones Regionales Valencianas de 1909 y 1910, década esta última en la que cedió su taller a tres sobrinos.
Llegaron al MNAD por donación de Milagros Ortega en 1991. (Abraham Rubio, 2016)
Jarrón que tiene algunas características similares con numerosas piezas con marca del Alfar Arenes, taller de mayor volumen de producción y de mayor hallazgo de piezas en el siglo XIX: pasta fina y ligera, cubierta de esmalte blanco uniforme, pintada en azul brillante, ausencia detallismo y naturalismo de los elementos decorativos, etc.
Aunque la tradición cerámica de la zona levantina tiene ondas raíces en épocas anteriores, es a la sombra de la fábrica de Alcora cuando experimentan un impulso definitivo. El éxito de la cerámica de la fábrica hizo que en el último cuarto del siglo XVIII surgieran en la propia localidad de Alcora y en otras de la provincia de Castellón como Ribesalbes, fabriquetas o alfares que imitaban sus moldes y decoraciones y vendían sus productos a un menor precio y a un público más amplio y heterogéneo.
Estos cambios se acusaron también en centros como Manises, en los que la influencia alcoreña se aprecia, desde el uso de buenos esmaltes y óxidos, de tonos brillantes, hasta en la tipología de piezas (se fabrican bacías de borde ondulado, soperas, aguamaniles, pilas benditeras, etc.). El éxito de la cerámica de Alcora y sus fabriquetas no sólo propició cambios en la moda y los gustos estéticos sino que estos centros vieron reflotada y multiplicada su industria cerámica. Es lo que se conoce como cerámica popular, por la enorme producción y difusión que alcanzaron algunos talleres (como el Alfar Arenes) a partir del segundo cuarto del siglo XIX, y la cantidad, variedad, e ingenuidad en la decoración de sus piezas, desarrollando estilos propios en los que la influencia de Alcora no deja de ser un vago recuerdo.
Del Alfar Arenes salieron numerosas piezas de originales tipologías (como estos jarrones), y variados motivos decorativos, combinados de manera realmente libre y casi arbitraria, por lo que es muy difícil establecer series y dataciones. Pero salvo escasas excepciones, todas las piezas de Arenes presentan una pasta fina y ligera, cubiertas con un esmalte blanco uniforme, y están pintadas con colores brillantes, de gran fuego, mediante grandes pinceladas (salvo motivos de pequeño tamaño) que impiden el detallismo y el naturalismo de elementos vegetales, animales, etc.
SOLER FERRER, María Paz, PÉREZ CAMPS, Josep: Historia de la cerámica valencia IV. Vincent García Editores S.A. 1987.
Similar a nº inv. 18617
En la ficha de DOMUS anterior, se atribuye esta pieza a algún taller de Ribesalbes y se data en torno a 1940: al ser una información relativamente precisa puede que fuera proporcionada en el momento del ingreso por la persona que realizó la donación en 1992, Milagros Ortega Cuellas. (Manuel Santos, 2006)
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