Foto: Museo Nacional de Escultura

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Museo Museo Nacional de Escultura
Inventario CE2607
Clasificación Genérica Escultura
Objeto/Documento Escultura de bulto redondo
Autor/a Juni, Juan de (Lugar de nacimiento: Joigny, 1507[ca] - Lugar de defunción: Valladolid (m), 10/04/1577)
Título Cristo crucificado
Conjunto Calvario de la Capilla de los Águila
Materia/Soporte Madera de nogal
Técnica Tallado
Policromado
Dimensiones Cruz: Altura = 287 cm; Anchura = 212,50 cm; Profundidad = 9 cm
Figura: Altura = 200 cm; Anchura = 153 cm; Profundidad = 42 cm
Descripción Forma parte de un Calvario (Nº Inv. CE2607 a CE2609) cuya realización encargó a Juni D. Antonio del Águila, obispo de Zamora. Lo destinaba a su capilla funeraria, edificada en la iglesia del convento de San Francisco de Ciudad Rodrigo, lugar donde su familia estaba asentada desde mediados del siglo XV, ostentando la tenencia de la fortaleza, y donde había ocupado el cargo de deán. En el siglo XIX, desmantelado el convento como consecuencia de la ruina sufrida en la Guerra de la Independencia y del posterior proceso desamortizador, los legítimos herederos de los Águila trasladaron el grupo escultórico del Calvario a su palacio.
Las tres figuras componen una escena de intenso dramatismo y vibrante expresividad evidenciando la maestría del escultor en el tratamiento de las anatomías y de las telas elocuentes. El protagonismo corresponde al Cristo de rotunda corporeidad marcada por el sufrimiento y la muerte, que ha abatido sobre el hombro la majestuosa cabeza; el paño de pureza se agita sin ataduras, ceñido al cuerpo solo por la fuerza de un viento necesario.
Iconografia Cristo crucificado
Datación 1556[ca]-1557[ca]
Contexto Cultural/Estilo Renacimiento español. Castilla
Lugar de Procedencia Convento de San Francisco (Franciscanos), Ciudad Rodrigo (m)(Ciudad Rodrigo (c), Salamanca (p)): Capilla de los Águila
[Después pasó al Palacio de los Águila, su última localización antes de entrar en el MNE]
Lugar Específico/Yacimiento Convento de San Francisco (Franciscanos)
Clasificación Razonada La historia de su existencia arranca del conde de la Viñaza (1889) quien, aprovechando noticias reunidas por Valentín Carderera durante el primer cuarto de aquel siglo, supo que Juni hizo ciertas imágenes para la capilla que el obispo de Zamora poseyó en el convento de San Francisco de Ciudad Rodrigo, pero no las pudo contemplar en su emplazamiento original. Martí y Monsó (1901) dio a conocer la escritura del contrato entre Juni y el obispo don Antonio del Águila para hacer un Calvario; Gómez Moreno, al preparar la edición de su Catálogo Monumental de la provincia de Salamanca (1903-1908) localizó este grupo escultórico en el palacio del marqués de Espeja y en 1954 se lo comunicó a Martín González que fue el primero en darlo a conocer.
El día 6 de julio de 1556 el escultor Juan de Juni se comprometió a entregar al referido obispo de Zamora tres figuras, la una de Cristo crucificado en la cruz y calvario, y otra de Nuestra Señora y la otra de San Juan Evangelista, entrambas estantes en pie sobre sus peanas...; que habrían de ser de proporción natural, es decir de seis pies de vara, labrada en madera de nogal y estofadas del oro y colores que para cada cosa fuese menester y encarnar todo lo que en ellas pareciese desnudo. Entregaría su obra, asentada en el arco del altar de la capilla que para su señoría se hace en la iglesia del monasterio de San Francisco de Ciudad Rodrigo, el día 29 de septiembre del año siguiente y de su trabajo ajustado a la perfección de mi arte y habilidad que Dios me da, el obispo debería quedar de mi satisfecho y de la obra muy contento entregándole por ello 200 ducados sin que interviniera ningún otro artista en la tasación.
Antes de ocupar la sede zamorana en 1546, don Antonio del Águila había desempeñado el deanato del cabildo eclesiástico de Ciudad Rodrigo y el obispado de Guadix, del que tomó posesión en 1537, y estuvo gobernando su diócesis hasta 1560 en que falleció en Zamora. Miembro de una familia establecida en Ciudad Rodrigo al menos desde 1453, que ostentaría secularmente la tenencia de la fortaleza mirobrigense y poseería también un gran relieve social en la ciudad, edificó su propia capilla funeraria en el convento de San Francisco, junto a su cabecera por el lado de la epístola, corriendo a cargo su construcción del maestro Pedro de Ibarra, interviniendo en su decoración el vidriero Guillén de Santagut y el rejero vallisoletano Francisco Martínez, avalados asimismo por Juan de Juni para dar cumplimiento a sus encargos, el cual a su vez fió el lapidario Arnao Bedel.
Arruinado el convento durante la guerra napoleónica y posteriormente afectados sus bienes por el proceso desamortizador, los legítimos herederos de los Águila llevaron a su palacio de Ciudad Rodrigo el grupo escultórico del Calvario, original de Juan de Juni, así como otros objetos artísticos salvados de la destrucción. En el marquesado de Espeja recayeron los derechos de los Águila y a través de esta casa nobiliaria, emparentada con la del marquesado de los Altares pasaron a su vez al condado de Puebla del Maestre, últimos poseedores del palacio de los Águila.
El Crucifijo es pieza de hondo dramatismo y de una extraordinaria potencia y espectacularidad. Cristo, de magnífica cabeza empotrada en su hombro derecho, está representado muerto y su cuerpo ofrece una perfecta anatomía, encontrándose contraída su musculatura del tórax y abdomen por el sufrimiento al cual parece contribuir la posición de los pies cruzados. Su blanco paño de pureza se mueve con violencia, como sacudido por el viento, y al no estar sujeto por cuerda o cíngulo alguno la fuerza de aquél obliga únicamente a la tela a permanecer adherida al cuerpo, lo cual no impide descubrir parcialmente su desnudo. Su lacerante corona de espinas forma conjunto con la cabeza aumentando con ello la sensación de grandiosidad de ésta que, sin embargo, posee una serena placidez.
Con relación a otros Crucificados originales de Juni, la imaginación del artista demuestra con éste su gran fecundidad por no repetir ninguno de los modelos. Su genialidad supo siempre convertir en arquetipos cada una de las versiones aunque todas posean el mismo patetismo y reflejen sus excelentes conocimientos anatómicos. Aunque su cabeza, de voluminosa cabellera, se aproxima a la del Cristo de Montijo (Badajoz) y la cartela INRI de su cruz es idéntica a la que posee el Crucifijo de las Huelgas Reales de Valladolid, la tela de su paño difiere de todos los demás cristos suyos y éste seguramente sea el más monumental no por su tamaño sino por su corporeidad. El calificativo de vulgarote, aplicado por Gómez Moreno, hoy no se sostiene, entendiéndose la cortedad de su canon como un rasgo manierista utilizado para subrayar la naturaleza humana del representado.
La escultura se encuentra en un excelente estado de conservación no habiendo sufrido desperfectos ni siquiera los elementos más endebles, los dedos de manos y pies o la tela que vuela en su paño de pureza, que componen la pieza. La policromía de su carnación, se encuentra ligeramente repintada pero esta manipulación resulta más evidente en el paño, apreciándose a simple vista la policromía original subyacente.
Bibliografía MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. Juan de Juni y su época. Exposición conmemorativa del IV Centenario de la muerte de Juan de Juni. Madrid (m): 1977. pp. 55 y 104.

URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Cristo crucificado. En: AZOFRA AGUSTÍN, Eduardo. Jesucristo, imágenes del misterio. Salamanca (m): 2000. pp. 84-85.
Catalogación Urrea Fernández, Jesús
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