| Descripción |
Tras una primera estancia en la capital gala, Federico de Madrazo volvería a París en 1837 para realizar un importante encargo, realizar uno de los cuadros históricos que decoraría la Galería de las Cruzadas del Palacio de Versalles, siendo el único español convocado a tal fin.
En esa época, Federico frecuenta a importantes personalidades como el barón Taylor y a artistas de la talla de Ingres, a quien en muchas ocasiones pedirá consejo sobre sus obras. Además, estará rodeado de amigos españoles, entre los que se encontraba el también pintor y escenógrafo Francisco Aranda. El retrato de éste, que ahora nos ocupa, revela el avance en el estilo retratístico que operó en Madrazo en este segundo periodo parisino. El fondo neutro, de tonos ocres, nos recuerda a Velázquez, a quién Madrazo estudió vivamente. La pincelada suelta revela un artista que domina a la perfección los lenguajes más clásicos y los más modernos. Este tipo de factura lo ha reservado Federico para retratar a sus personas más allegadas, donde se aleja del clasicismo al que nos tiene acostumbrados. El uso del negro, siempre magistral en Madrazo, y los toques de rojo en el rostro de su amigo, guarda cierto parecido con otro de los retratos realizados ese mismo año, el de Juan Perea (MNP, inv. PO4458). De esta misma época se conservan dibujos de otros amigos, como el del escultor José Siro Pérez, el del grabador Calixto Ortega, todos ellos en el Museo del Prado, así como el magnífico retrato de su amigo Carlos Luis de Ribera (MNP, inv. PO7799).
El retrato de Francisco Aranda no parece en muchos de los catálogos del pintor, y es que la producción de Madrazo durante estos años resulta más desconocida. Está dedicado: "A F. ARANDA / su amigo / F. de M. º / Paris 1839". Fue a partir de su vuelta a España, en 1842, cuando Madrazo comenzó a anotar detalladamente todas sus obras.
Las vidas de Federico de Madrazo y Francisco Aranda (1807 -1853) se cruzaron en diversos momentos. Ambos fueron discípulos de José de Madrazo y como Federico, Francisco realizaría viajes de formación a los dos grandes centros artísticos del momento, París, donde fue pintado el cuadro que nos ocupa, y Roma. Varios de los dibujos de Aranda se publicaron en la revista El Artista, fundada por Madrazo y su gran amigo Eugenio Ochoa. A partir de 1841 Francisco trabajó como escenógrafo en el teatro de la Cruz de Madrid junto a Eusebio Lucini. Realizaría también escenografías en otras ciudades, como Valencia.
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