Clasificación Razonada |
(Ver ficha general del retablo, Nº Inv. A131conjunto)
La ordenación del banco del retablo responde a un sistema de modular el espacio que representa una novedad en la retablística española de su tiempo. En primer lugar un doble basamento, decorado el inferior con cabezas de querubines y el superior con diferentes representaciones figuradas y ornamentales, parece cumplir con una función de elevar la estructura general del conjunto, distanciándose de cualquier precedente canónico en el diseño de este tipo de máquinas, para actuar a modo de elaborado sotabanco.
Realmente la predela, de acuerdo con un planteamiento formal, se iniciaría en la franja siguiente en altura. El espacio se flanquea por dos escudos poligonales, a la italiana, donde campean las armas de los comitentes. A continuación dos tondos rodeados por una laurea, y con las enjutas decoradas con lazos y querubines, albergan las representaciones de Santa Catalina de Alejandría y San Jerónimo. El recurso de la laurea, típicamente florentino, tuvo un inusitado éxito no sólo en Italia sino también en el resto de Europa, pero su incorporación a los retablos hispanos no se había materializado hasta este momento. Separados por motivos de doble lira y cartela central, que parten de repertorios ornamentales tomados de la antigüedad clásica, y que rápidamente se extienden a partir de aquí, cuatro nichos, dos a dos, con remate avenerado, cobijan pequeñas esculturas que acusan sin duda la mano de Berruguete. Sin aparente coherencia iconográfica, tres de estas esculturas parecen representar figuras bíblicas que, con túnica, manto y libro, podrían aludir a representaciones de apóstoles, aunque no hayan conservado atributos iconográficos identificadores. A pesar de su tamaño, las esculturas contienen todos los elementos característicos de la plástica berruguetesca. La ruptura de la frontalidad se marca con el giro expresivo del rostro. Los paños se trabajan con notable habilidad, del mismo modo que el cuidado complemento policromo. La escultura, como el resto de las que componen el grupo, es un verdadero ensayo de lo que el artista desarrollará en el retablo de San Benito o en otras de sus creaciones posteriores.
Mayor atrevimiento ofrece la representación de San Antonio de Padua, que en una arriesgada vista de perfil apuesta por un planteamiento figurativo realmente innovador, inestable y asimétrico, especialmente patente en la disposición de Jesús niño. Los esquemas compositivos están tomados del manierismo italiano, en el que Berruguete ha participado de manera activa y, tanto en la estampa como en la pintura, se encuentran referentes con los que el artista experimenta en el plano tridimensional. Su San Jorge para el retablo de San Benito y posteriormente el mismo San Antonio pintado en el retablo de Olivares de Duero, de la mano de un fiel seguidor de sus propuestas, son la prueba de un modelo afortunado francamente singular.
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