Descripción |
Alizar prismático, prolongado en una de sus caras para aumentar la superficie de apoyo con el muro, cubierto en dos de sus caras por esmaltes de color negro o morado, verde y ocre o amarillo, perfilados por una línea en morado que separa los esmaltes ("cuerda seca"), de dos cenefas entre listeles: una formada por hojas en vertical dentro de arcos, y otra de lacerías cruzadas que generan rombos y hexágonos alargados.
La fabricación de cerámica esmaltada en la Península está relacionada con la expansión de la cultura islámica: los pueblos árabes desarrollaron un importante conjunto de "industrias" entre las que la cerámica alcanzó un destacado nivel técnico y estético en Sevilla, Granada, Málaga, Toledo, Valencia, etc. Estas explotaciones debían reportar beneficios tan cuantiosos que, tras la conquista cristiana, los monarcas permitieron a los vencidos seguir trabajando en los oficios en que sobresalían, llegando a prohibir que judíos y cristianos utilizasen hornos árabes. Por ello, hasta el último tercio del siglo XVI (y en algunas zonas hasta la expulsión de los moriscos en los inicios del XVII), pervivieron lenguajes ornamentales y técnicas ligados a la tradición hispanomusulmana, como la cerámica "de cuerda seca": el motivo decorativo se dibujaba a pincel con un material graso, mezclado con un pigmento o no) que separaba los diferentes esmaltes y desaparecía durante la cocción. Este método se considera un paso más en la simplificación de la fabricación de azulejos a partir de los alicatados (las piezas eran cortadas de un panel mayor), pasando por los falsos alicatados (piezas moldeadas) y los azulejos de cuerda seca y arista, hasta los azulejos moldeados en relieve.
Este proceso permitió realizar diseños más complejos, pero esta estandarización convirtió los motivos en algo repetitivo, carentes de cualquier referencia naturalista y del sentido orgánico de los primitivos alicatados, cuyos lazos podían continuarse casi de forma infinita, sólo delimitados por las dimensiones del soporte). Son característicos de la producción de azulejos de Toledo los llamados "colores árabes" (blanco, negro, verde y ocre o melado), que en el siglo XVI sustituye el negro por un azul índigo muy peculiar llamado "azul de Toledo".
Los alizares son una tipología de azulejo con forma prismática, prolongados en una de sus caras para aumentar la superficie de apoyo con el muro, con una acanaladura en la parte interior para recibir el azulejo contiguo y su mortero, destinados a cubrir los bordes de los escalones, los alféizares y marcos de vanos y ventanas, o los ángulos de los muros y los frontales de altar (si son de madera se conocen como "mamperlán"). No hay que confundir con los "aliceres", que son los azulejos planos de formas variadas que forman los frisos en la parte superior o inferior de los zócalos y paramentos.
Piezas similares se conservan en la colección Carranza (nº inv. T-3), en el Museo de El Greco (nº inv. CE01094) en los bancos del capítulo del monasterio de Santo Domingo el Antiguo de Toledo), y en una mesa de altar del convento de San Juan de la Penitencia, que sufrió un incendio en 1936 y algunos de cuyos restos se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional.
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