| Descripción |
Azulejo cuadrado, cubierto en el anverso por un esmalte blanco, con decoración pintada a pincel de escudo nobiliario tronchado, 1º lises blancos pintados en reserva sobre fondo azul, y 2º de pájaro esquemático (grajo) en azul con las alas plegadas sobre fondo blanco. En el borde del azulejo, cuadrado de par de finos listeles.
La fabricación de cerámica esmaltada en la Península, tanto en piezas del ajuar doméstico como para el revestimiento arquitectónico, está relacionada con la expansión de la cultura islámica: los pueblos árabes desarrollaron un importante conjunto de "industrias", entre las que la cerámica alcanzó un destacado nivel técnico y estético en Sevilla, Granada, Málaga, Toledo, Valencia, etc.. Estas explotaciones debían reportar beneficios tan cuantiosos que, tras la conquista cristiana, los monarcas permitieron a los vencidos seguir trabajando en los oficios en que sobresalían, llegando a prohibir que judíos y cristianos utilizasen hornos árabes.
Por ello, hasta prácticamente el siglo XVII, la decoración de la cerámica de centros como Manises o Paterna (Valencia) presenta una clara conexión con la estética hispanomusulmana: elementos planos y aislados, con tendencia al abigarramiento, en ocasiones derivados de los primitivos alicatados y atauriques, etc. A este lenguaje ornamental se incorporaron elementos de la cultura cristiana como figuras humanas, motivos heráldicos, símbolos religiosos, etc., que fueron evolucionando hacia repertorios más naturalistas según avanzaba la cultura renacentista.
Según González Martí, la familia Cucaló formó parte de las huestes del rey don Jaime en la persona de Jaime Cucaló, que quedó heredado en Segorbe. Fueron señores de Carricola (.). Entre los enlaces figura en el siglo XV el de Juan Cucaló con Isabel Montull, de cuyo matrimonio nació Jaime que (.) es el primero que se tituló Cucaló de Montull, continuando con la Casa desde 1516".
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