| Descripción |
Hasta prácticamente el siglo XIX, la gran mayoría de las pintoras trabajaban en un entorno familiar. Durante el siglo XVIII la mujer se había incorporado a las Academias de Bellas Artes si bien la admisión de las contadas mujeres al círculo académico era mediante el nombramiento de académicas honorarias, pues realmente no tenían ni voz, ni voto a la hora de tomar decisiones, además de no tener opción a enseñar, presentar su obra a certámenes y aprender en las clases del natural, limitaciones que evidentemente frenaban la posibilidad de profesionalización. La mujer quedó excluida de las clases de Anatomía Pictórica hasta 1894 ya que esa clase se consideraba indecorosa y atentaba contra la moral de las jóvenes. En toda representación artística de esa centuria, el dibujo del desnudo constituía la base para la preparación académica y posteriores composiciones, tanto pictóricas, como escultóricas. La exclusión de las mujeres en la clase de Anatomía Pictórica conllevaba su ausencia en las clases de Colorido y Composición, debido, probablemente a que se necesitaba una buena base de dibujo de anatomía pictórica para realizar las grandes composiciones. Dando lugar, por tanto a una ausencia endémica en el aprendizaje de las disciplinas artísticas.
Esta fotografía, que pertenece al Archivo de Fotografía Antigua del Museo Sorolla es un ejemplo evidente de la ausencia de la mujer en el aprendizaje artístico reglado. Sorolla contó en algunos casos con mujeres entre sus seguidores y discípulos, como la norteamericana Jane Peterson, que le acompañó en su viaje a Granada de 1910 o su propia hija María, a la que él mismo instruyó en las técnicas de la pintura. La ausencia, por tanto, de mujeres en esta fotografía resulta muy ilustrativa de hasta qué punto estaba arraigada esa exclusión de la mentalidad de los artistas y docentes de la época, incluso en algunos que, como Sorolla, no tenían inconveniente en enseñar a mujeres en otros contextos.
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