Descripción |
Magnífico retrato de corte de la reina Isabel II, representada la edad de quince años, con la escenografía y símbolos propios de las efigies de aparato. Isabel II aparece de cuerpo entero sobre un estrado, a su espalda un trono y a la derecha una mesa vestida con repostero en terciopelo rojo con el escudo de la Casa Real Española. Sobre ésta un almohadón con el cetro y la corona, atributos regios.
Isabel II era hija de Fernando VII y María Cristina de Borbón, su cuarta esposa, que ejerció como Reina Gobernadora entre 1833 y 1840. Ese año fue sustituida en la regencia por el General Espartero, hasta la proclamación de la mayoría de edad de Isabel, en 1843, con tan sólo trece años de edad. Durante su reinado surgieron diferentes conflictos de índole dinástica, ya que su padre había suprimido la Ley Sálica, que privaba a las mujeres del derecho al trono. De este modo, su tío, el infante Don Carlos, le disputa la corona, ya que se sentía legítimo heredero para acceder al trono, surgiendo de esta manera las tres Guerras Carlistas. En 1846, Isabel II se casaría con su primo, don Francisco de Asís. Durante su reinado se sucedieron múltiples acontecimientos políticos y económicos, como la desamortización de los bienes de la Iglesia y la alternancia de partidos que, que darían lugar al afianzamiento de la burguesía y el paso a la sociedad contemporánea. En 1868, debido a la batalla de Alcolea y a la Revolución tuvo que abdicar y exiliarse en París.
Este excepcional retrato fue exhibido en la Exposición del Liceo Artístico y Literario de Madrid del año 1846. En él podemos comprobar algunas de las características del arte de Gutiérrez de la Vega, como la creación de una rica sensación atmosférica conseguida por medio de una gama de colores cálidos y un dibujo ligero que crea marcados efectos vaporosos. Igualmente podemos comprobar la maestría del sevillano a la hora de pintar la joyería y las condecoraciones de la Reina. Un buen ejemplo de esta minuciosidad y detallismo, podemos observarlo en la joya que viste el pecho de Isabel II, en cuyo centro parece reflejarse una miniatura, recurso ya utilizado por el pintor en otras efigies que hiciera de la Reina, siendo aún niña. Esto nos demuestra su excepcional faceta miniaturista, desarrollada durante su etapa sevillana.
José Gutiérrez de la Vega cinco años antes de realizar este retrato, en 1840, obtuvo el nombramiento de Pintor Honorario de Cámara, incrementando de este modo su prestigio e influencia artística. Debido a su reputación en la Corte, la reina regente, María Cristina, elevó la hasta entonces Real Escuela de Tres Nobles Artes de Sevilla, tan vinculada al pintor, al rango de Academia de Bellas Artes en 1843. A partir de entonces, la Academia estaría bajo la advocación de Santa Isabel de Hungría, en honor a Isabel II.
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