| Descripción |
Figura masculina con nimbo de pie en un exterior, vestida con una túnica en la que se representan varios rostros y un manto decorado por águilas. Su mano derecha sujeta una pluma y la izquierda sostiene un libro abierto. A su alrededor aparecen: una flor a sus pies, un águila que sostiene un cáliz con una serpiente a un lado y una palmera detrás.
El fondo está ocupado por un paisaje en el que puede apreciarse en el lado izquierdo, a tamaño reducido, la lucha de un esqueleto y un ángel con los ojos vendados. El cuadro presenta una inscripción en la parte superior derecha.
San Juan Evangelista se representa en el momento de la inspiración del Evangelio mostrando un complejo juego de símbolos y contenido teológico. La iconografía se completa con la aparición del rostro de Cristo en el brazo derecho de san Juan remarcando la intervención divina en los textos que salían de su mano. El cáliz es alusivo a uno de los milagros del Evangelista pero a su vez simboliza la fe cristiana frente al diablo. Esta tensión entre opuestos se repite con la lucha entre Cupido con los ojos vendados y un esqueleto, que aparecen en segundo término en el paisaje. El santo porta un libro, el texto que se puede leer en el libro "In principio erat verbum" es el principio del primer versículo del último de los Evangelios, el de mayor contenido simbólico. La forma tradicional de representar la figura de san Juan Evangelista en el momento de la inspiración, suele aludir a la visión del Apocalipsis por el Apóstol en la isla de Patmos. Sin embargo estas imágenes, de gran interés por sus muchas peculiaridades iconográficas, optan por la figura de Juan como autor del Evangelio. Estilísticamente la obra se relaciona con círculos artísticos próximos al pintor Pedro Orrente, entre los que se encontraría Cristóbal García Salmerón.
Toda la coherencia canónica que presenta la imagen, paradójicamente choca con los elementos más peculiares de este cuadro: el gran collar, con joyas y el lujoso atuendo, caracterizado por el ampuloso manto cuajado de águilas. Se dota de un lujoso aspecto casi principesco a un Santo, al que la tradición apócrifa le atribuye un gran desprecio a las riquezas, y en concreto las piedras preciosas, presentes en varios de su milagros. El collar, muy desarrollado y semejante al de una orden militar, en cambio no presenta ninguna insignia distintiva. De la misma manera que el uso heráldico del águila singulariza de un modo efectista la presencia del Santo, aludiendo al Tetramorfos.
Estilísticamente la obra se relaciona con círculos artísticos próximos al pintor Pedro Orrente (1580-1645). Orrente, natural de Murcia, desarrolló su producción sobre todo en Toledo y Valencia. Esta pintura se debe vincular con los trabajos toledanos del maestro, sobre todo en el modelo humano. El rostro del santo recuerda especialmente al de Cristo que Orrente emplea en algunas de sus versiones del Buen Pastor (Alemania, colección particular), realizadas seguramente en Toledo. El prototipo de cara alargada angulosa, frente estrecha y barba ceñida al mentón se remonta a los artistas italianos que trabajaron en El Escorial a fines del siglo XVI, adoptado por pintores toledanos como Juan Sánchez Cotán (Cristo y la Samaritana. Toledo, Santo Domingo el Antiguo). El modelado blando y un tanto plano de la cara se puede comparar con la estética de Cotán, sin embargo el vigoroso volumen de las telas, con los pliegues bien definidos y angulosos, provocando zonas de acusado sombreado, se acerca más a los experimentos naturalistas orrentescos. Sin embargo la técnica, más pastosa y pesada que la de Orrente, y el aspecto macizo de la figura no permite adscribirlo directamente a este pintor. El colorido con una entonación luminosa general dominado por los rosados y morado-azulados de la vestimenta del santo, enlaza de igual modo con la tradición toledana de la primera mitad del siglo XVII.
Dentro de los discípulos de Orrente, la pesonalidad de Cristobal García Salmerón se aproxima bastante a las características técnicas de la pintura. Este artista aun poco conocido, cuyo discipulado con Orrente se suele situar en Cuenca (entre 1620-25), donde desarrolló luego la mayor parte de su producción. No obstante es casi segura la estancia de Salmerón en Toledo, dada la mezcla de sus pinturas de elementos de otros pintores toledanos, como Tristán o Maíno. De ahí la utilización del mencionado canon humano en obras de tema análogo a las citadas, como sus propias versiones de Buen Pastor de la Iglesia de San Jerónimo de Madrid (depósito del Museo del Prado) o las que encabezan los apostolados de medio cuerpo del Prado (depositado en diversas instituciones) y la Catedral de Valladolid.
Precisamente estos ciclos apostólicos se distinguen por la presencia de grandes cartelas en al que se va desarrollando el rezo del Credo, de manera que se establece una relación texto e imagen muy similar a la de este San Juan. En otra serie de apóstoles de cuerpo entero, de la Catedral de Cuenca (1648), ofrecen un repertorio de figuras bien asentadas y de fuerte presencia, dotados de un mayor naturalismo que el San Juan del Museo del Greco. Las plegaduras muy estructuradas y quebradas de éste no aparecen en las obras seguras de Salmerón pues, aún cuando dominan vigorosametne la organización de las figuras, se presentan muy dúctiles. Tal vez estemos ante una obra de juventud, en la que despunta una singular personalidad fraguada en el ambiente toledano a la sombra de Orrente, precisamente caracterizada por la mezcla de tradiciones presentes en la ciudad y las novedades traídas por su maestro"
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