| Descripción |
Copa de bandas, decorada en el interior, mediante un medallón en reserva con punto central y círculo concéntrico. En el exterior la misma decoración en ambas caras, en un friso, delimitado por palmetas, a la altura de las asas. En cada lado tres parejas de hoplitas, que se enfrentan dos a dos, con casco, lanza y escudo. Cada pareja de combatientes está separada por un personaje masculino envuelto en su manto.
La producción de las llamadas copas de bandas se sitúa entre el 500-520 a.C. Gozarán de una extraordinaria popularidad y algunas de ellas serán ejecutadas por los más prestigiosos integrantes del grupo de los Pequeños Maestros como Tlesón o el Pintor de Oakeshott. Se caracterizan por presentar una curva continua sin ninguna clase de arista que separe netamente el labio del cuerpo, como sucede en otros tipos, así como por tener un labio ligeramente cóncavo. Las paredes son algo más gruesas que las de las llamadas copas de labio por lo que, por lo general, son menos frágiles. La zona de las asas, donde se sitúa entre palmetas la decoración figurada de estilo miniaturista, se deja en reserva, mientras que el labio se cubre de barniz negro. Una banda en reserva marca la transición entre el cuerpo y el pie alto de disco.
Nuestra copa aparece muy fragmentada y está restaurada a nivel del asa izquierda. En la zona de las asas, presenta la misma decoración por ambas caras: un friso delimitado por palmetas que nacen junto a las asas, con tres pares de hoplitas que se enfrentan en duelos singulares. Cada pareja de combatientes está separada a su vez por un personaje masculino envuelto en un manto ricamente decorado, que contempla la acción. Todos estos personajes sujetan una lanza y parecen llevar el cabello corto y quizás ceñido por una cinta. De factura poco cuidada, los detalles se realizan mediante incisiones -en ocasiones de dibujo impreciso y algo titubeante- y pintura añadida en blanco para los episemas, las sujeciones del interior del escudo y los motivos decorativos de los mantos. Los hoplitas, con casco corintio con penacho, coraza y grebas, están inmovilizados en el gesto del ataque con la lanza en ristre. Las diferencias estriban en la coraza colocada sobre un quitón corto (alguna de ellas presenta incisiones en espiral para marcar los pectorales o añadidos en barniz diluido que apenas se conservan), así como en la cara del escudo que nos ofrece el pintor, interior- donde se figura el porpax y el antilabé- o exterior, a nivel de los episemas (trípode o estrella rodeada de trazos afilados). Tan sólo uno de los hoplitas que se enfrentan en la extremidad del friso de la cara A lleva una coraza de diseño más elaborado, trabajada mediante finas incisiones y pintura sobreañadida. Es interesante señalar la presencia de pequeños signos angulosos situados al lado de los personajes que imitan letras creando la ilusión de la escritura.
La copa, por su forma, nos introduce en la esfera masculina y en uno de sus ámbitos de acción más señalado: el banquete o simposio. En este ámbito aristocrático la iconografía en torno al mundo de la guerra y al combate singular o monomaquia es utilizada por los pintores de vasos como vehículo para retratar la excelencia de los aristoi. Es posible que esta representación sea un eco de los duelos singulares que formaron parte de los Juegos Funerarios en honor de Patroclo que nos describe Homero en el canto XXIII de la Ilíada donde Ajax y Diomedes se enfrentaron a primera sangre con sus lanzas.
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