| Descripción |
Rostro fragmentado de hombre. El iris, sobre el que cae un grueso y pesado párpado, ha sido marcado a punzón en frío, y la pupila se ha vaciado dejando una concavidad semiesférica. El lagrimal, muy marcado, se prolonga en el párpado inferior, sobre el que se han señalado las pestañas, al igual que en el párpado superior, por medio de muescas irregulares. La ceja, de gran plasticidad, tras ser marcada en el molde, ha sido trabajada a cincel en frío en surcos profundos e irregulares peinados lateralmente aportando un estilizado naturalismo a la masa velluda. La nariz es recta y sus aletas terminan en forma de un cerrado semicírculo. Estos rasgos revelan una técnica y una concepción estética característica de época severiana.
Si se compara este fragmento con el retrato en bronce de Septimio Severo encontrado en el depósito de Bubón, en Licia (Turquía), datado en torno al año 200, se aprecia una configuración muy similar a esta pieza en cejas, ojos, así como en las aletas de la nariz. Por su similitud estilística con esta obra, así como con la cabeza de Caracalla encontrada en el mismo yacimiento, este fragmento se sitúa en el primer tercio del siglo III.
Por su tamaño y por el periodo en el que fue realizada, esta pieza formó parte con toda probabilidad de un retrato. Sin embargo, por su condición de fragmento, ha perdido los rasgos específicos que habrían concretado su identidad, manteniéndose únicamente los elementos básicos de un rostro que podemos calificar como genérico. Desde su anonimato, serán estos últimos los que indiquen en qué momento histórico se creó.
Con respecto a su identificación, únicamente podemos afirmar que no se trata de un hombre maduro, que durante la primera mitad del siglo III, según la moda establecida en el siglo anterior por Adriano, siempre se muestra barbado. Por lo tanto, podría tratarse de un joven atleta, cuyos bustos mantuvieron su popularidad en época severiana en Asia Menor.
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