| Descripción |
Escifo sobrepintado que reúne las características de los vasos agrupados por la historiografía bajo el estilo de Gnathia, última creación de la plástica vascular itálica con decoración pintada.
Es habitual encontrar, como en nuestro vaso, motivos aislados situados bajo una guirnalda de hojas de hiedra o vid, encuadrados en marcos concebidos como un emparrado. En este lugar, los artífices del estilo de Gnathia situaban un paisaje intermedio entre el ámbito de la vida cotidiana, interior, doméstica, y el espacio ilimitado que se abre para el individuo tras la muerte. Dentro del marco religioso, histérico y salvífico, que se desarrolló en el sur de Italia a lo largo del siglo IV a.C., el emparrado se configura, por tanto, como el espacio de tránsito que marca la muerte. Dentro de este contexto fúnebre, nuestro escifo, vaso típicamente masculino utilizado en el ámbito del simposio como recipiente para la bebida, habitualmente de pequeñas dimensiones, pierden por su gran tamaño su función cotidiana para convertirse en objetos estrictamente votivos.
La religión suritálica del siglo IV a.C. se caracterizó por la fusión de elementos órficos, pitagóricos, dionisíacos y eleusinos en torno a la idea de la vida eterna. Sobre esta base se desarrolló un repertorio iconográfico de una gran densidad alegórica, que a menudo genera grandes dificultades a nivel interpretativo. Veamos como se plasman estas complejas doctrinas en la aparente simplicidad de nuestro escifo. Una paloma flanqueada por bandas, ocupa el campo central, apoyándose sobre un exiguo terreno marcado por una línea de puntos blancos. La estilización del límite inferior contrasta con el desarrollo del emparrado, articulado sobre una gruesa banda, que marca los tres lados de un rectángulo alrededor de la figura. De esta banda caen zarcillos, hojas y racimos alternados, que se duplican a ambos lados en guirnaldas verticales, terminadas en un racimo central. Sobre el eje horizontal del emparrado encontramos una fila de perlillas blancas, coronada por una banda de trazos en zigzag amarillos que se alternan con otros rojo púrpura entre dos parejas de líneas paralelas incisas. Remata la composición un friso con ovas en pintura blanca.
En el mundo helénico la paloma se relaciona habitualmente con Afrodita. En el sur de Italia, esta diosa, que junto a Eros representa el poder fecundador de la naturaleza, extiende su ámbito de actuación hacia el mundo de ultratumba, favoreciendo el ansiado renacer tras la muerte. Esta dimensión funeraria de Afrodita generará una aproximación entre ella y la reina del Hades, Perséfone, deidad omnipresente en Sicilia y el sur de Italia. Ambas fueron adoradas en Locri, donde compartieron sus atributos en unión de amor y muerte, de potencia fertilizante del mundo natural y fuente del renacer en el más allá. Según el mito suritálico, será Eros quién una a Perséfone con Hades bajo la tutela de Afrodita, y la primera, como símbolo de su poder fecundador, compartirá la paloma con la diosa del amor.
Es interesante destacar que la paloma tiene una doble naturaleza, a la vez doméstica y silvestre. Es un símbolo de una naturaleza benévola, no salvaje, que los dioses ponen al servicio del hombre. Su carácter se une al emparrado dionisiaco en un conjunto coherente, promesa de una beatífica existencia más allá de la vida en el jardín de los elegidos.
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