| Descripción |
Figura masculina barbada y desnuda, en actitud de andar, con la pierna derecha adelantada y el cuerpo en torsión. Tiene los brazos a la espalda y está atado a una columna de fuste liso, capitel de tipo toscano y basa de tipo ático, sobre pedestal de planta cuadrada. Figura y columna apoyan sobre peana cilíndrica.
Bottineau publicó una carta del cardenal Belluga escrita en Roma en 1738 en la que se hacía mención de varias esculturas que había enviado a Madrid como regalo a la familia real, estre ellas un Cristo atado a la columna de Miguel Ángel. Mercedes Simal ha identificado la estatua con la que aquí se expone. Por otra parte, según noticia hallada por Amelia Aranda, la reina Isabel Farnesio legó a su hijo Carlos III la estatua, esta vez adjudicada a Rafael. Margarita Estella había advertido ya anteriormente su presencia en el inventario redactado en 1789 a la muerte del citado monarca, en donde se retornaba a la antigua atribución a Miguel Ángel. En 1920 llegó a la actual sede, por permuta con el Museo del Prado.
Esta última estudiosa, en aquella ocasión, expresó sus reservas acerca de esa autoría, pero no la descartó. Estudió y manejó otros nombres, sin decantarse por ninguno de ellos. De manera muy reciente, conocidas novedades aportadas por Aranda y Simal, inclinan la balanza hacia la procedencia romana de la pieza, como se declaraba a su entender en la correspondencia citada, pero sin rechazar su hechura por algún maestro seguidor de Miguel Ángel, activo en el sur de Italia, por ejemplo, en Sicilia.
Por otra parte, en la aludida carta no se afirma que el cardenal adquiriera la escultura en Roma. Lo que se refiere es que recibió regalos de cardenales durante sus estancias en Nápoles y que quiso donarlos a los reyes.
La iconografía de esta obra, con Cristo en contraposto amarrado a una columna que le sobrepasa en altura, es habitual en Italia durante el Manierismo e incluso en el siglo XVII. Respecto a la atribución de la Misma a Miguel Ángel desde hace siglos, tiene fundamento, aunque algunos rasgos no corresponden con su estilo, tal y como adelantó en su día Estella. Es posible que haya que buscar su origen en Nápoles, porque en ese lugar la obtuvo Belluga, sin que tampoco esta afirmación pueda emplearse como un dato concluyente.
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