| Descripción |
Cabeza de una becerra o un toro pequeño. Tiene muy marcados los ojos, la testuz, las cejas, el morro, la papada y las orejas. Hay restos de tres placas circulares de plomo colocadas en la zona de las carrilleras, enfrentados uno con otro y el tercero en la parte superior del cuello. Estas placas pueden ser restos de uno o varios vástagos que estuvieran colocados en el interior de la cabeza para facilitar la colocación de ésta en vertical o, también, ser restos de algún adorno en otro metal (por similitud con otras cabezas de toro procedentes del área griega). En la parte superior de las orejas hay dos orificios con un rebaje en los que van ajustados y colocados los cuernos. El cuerno derecho iba sujeto por un vástago de madera.
Están realizadas con al técnica de la fundición a la cera perdida, huecas en su interior. Orejas y cuernos se fundieron por separado y se unieron a la cabeza mediante remaches. Los detalles de cejas, ojos y pelos de la testuz se trazaron en frío, mediante incisiones a cincel. Los ojos, en algunos casos, posiblemente estarían rellenos con pasta vítrea.
Pertenece a un conjunto de tres cabezas (Nº de inv. 18453, 18454 y 18455) halladas en el siglo XIX el santuario del predio de Son Corro (Mallorca), en funcionamiento desde el siglo V a.C. hasta la conquista romana, asociado a un asentamiento talayótico. Se trataba de un espacio rectangular con ábside en la cabecera y columnas de carácter decorativo de un metro de altura que, posiblemente, sirvieran de sustento a las cabezas de bronce. Este tipo de columnas sin función se relaciona con la representación de divinidades mediterráneas orientales y el hecho de colgar en ellas las cabezas de los toros ayuda a interpretar éstas como representaciones iconográficas de una divinidad de ámbito mediterráneo, más que elementos de culto al toro. Las tres esculturas de bronce presidían las ceremonia. Entre las ofrendas se han encontrado objetos de bronce, como cuernos y orejas de toro, y diversas cerámicas. También se ha planteado que antes de ser colgadas en el santuario hubiesen podido constituir la proa de un barco, como mascarones al estilo de las proas de las naves nurágicas de Cerdeña, pues los barcos sardos tenían mascarones en forma de cabezas de toro y ciervo, posteriormente ofrendados al santuario por los propios navegantes o por indígenas mallorquines que hubieran capturado las naves.
Generalmente los santuarios talayóticos se encontraban ligados a un poblado y en ellos se ofrecían sacrificios de animales a las divinidades locales. Entre las ofrendas se han encontrado objetos de bronce, como cuernos y orejas de toro, y diversas cerámicas. En cuanto a su fabricación, no se puede asegurar con certeza que haya sido fundida en las islas, aunque es posible que existiese un taller de fundición en el santuario, ya que en él se han encontrado numerosas piezas de bronce, todas alusivas a la figura del toro. Debido a su perfección técnica se discute sobre si es una obra indígena o importada.
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