Foto: Museo Nacional de Escultura

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Inventario CE0700
Clasificación Genérica Escultura
Objeto/Documento Escultura de bulto redondo
Autor/a Fernández, Gregorio (Lugar de nacimiento: Sarria, 1576 - Lugar de defunción: Valladolid (m), 1636)
Título Cristo crucificado; Cristo de la Luz
Materia/Soporte Madera
Postizo: Vidrio [Ojos]
Corcho [Heridas]
Marfil [Dientes]
Asta [Uñas]
Técnica Tallado
Policromado
Dimensiones Cruz: Altura = 267 cm; Anchura = 177 cm; Profundidad = 7,50 cm
Figura: Altura = 190 cm; Anchura = 163 cm; Profundidad = 44 cm
Descripción Esta sobrecogedora escultura, una de las mejores creaciones de Gregorio Fernández, es la culminación en su obra de la iconografía del crucificado, que evoluciona desde figuras más rotundas con anatomías musculosas a una versión mucho más delicada y cargada de dramatismo.
Todo está pensado para transmitir al espectador la impresión de que acaba de producirse la muerte tras el más cruel de los martirios. El patetismo del rostro, afilado y amoratado, con un resto de mirada en los ojos hundidos, se extrema hasta el detalle al atravesar la ceja y la oreja con sendas espinas de la corona que ensangrienta la cabeza, recurso que seguiría siendo utilizado en la escultura española más de un siglo después. En el cuerpo consumido, que en su mortal desplome tensa los brazos, las heridas se detallan incluso en una zona como la espalda, que queda oculta por la cruz. A la excelencia de la talla y la policromía se suma el complemento realista de los postizos: cristal en los ojos, marfil en los dientes, corcho en las heridas y asta en las uñas. El único elemento menos naturalista es el paño de pliegues angulosos y forzado vuelo, que se explicaría como reflejo de la tempestad desatada cuando Cristo expiró, cubriendo de tinieblas la tierra.
Iconografia Cristo crucificado
Datación 1630[ca]
Contexto Cultural/Estilo Barroco español. Castilla
Lugar de Procedencia Monasterio de San Benito el Real (Benedictinos), Valladolid (m)(Valladolid Centro, Valladolid (p)): Capilla Daza
Lugar Específico/Yacimiento Monasterio de San Benito el Real (Benedictinos)
Clasificación Razonada El Cristo de la Luz de Gregorio Fernández produce un efecto sobrecogedor difícilmente superable. Destacado desde comienzos del siglo XIX como una de las obras maestras del gran escultor de origen gallego, asentado en Valladolid cuando aún no había cumplido los treinta años, poco es lo que se puede añadir a lo ya publicado sobre la pieza, especialmente por los mayores especialistas en la producción de Fernández.
Nada sabemos de los pormenores del encargo de la talla realizada para el monasterio de San Benito el Real de Valladolid. La noticia más antigua la proporciona en 1761 el historiador del monasterio Rafael Floranes, quien recordaba que fray Benito Vaca, prior entre los años 1693 y 1697, mandó colocarlo en la capilla que la familia Daza tenía en la iglesia. Al mismo tiempo señalaba que el Cristo ya era conocido en el momento de escribir su historia con la advocación de la Luz, que ha permanecido hasta nuestros días, probablemente en referencia a la especial devoción que suscitaba manteniéndolo siempre alumbrado. Igualmente, evocaba también el nombre de su autor, recordado como un escultor de prestigio por los célebres pasos de Valladolid. Tras el proceso desamortizador, la obra pasó al Museo Provincial de Bellas Artes, posteriormente elevado a la categoría de Nacional de Escultura, a cuyos fondos pertenece, aunque se encuentra depositado desde el año 1940 en la Universidad de Valladolid.
A falta de la documentación que aporte noticias concretas sobre la realización de la escultura, el Cristo de la Luz ha sido situado con unanimidad en una fecha cercana al año 1630, dentro ya del periodo final de la producción de Fernández. Se puede afirmar que se trata de la culminación de la iconografía del Crucificado, que sigue una evolución paralela a la del Cristo yacente, en la que partiendo de obras más rotundas con anatomías musculosas se llega a una versión mucho más delicada y cargada de dramatismo. Como se ha demostrado para otros temas del mismo escultor, en la inspiración de los diferentes modelos pudo desempeñar un papel importante el uso de grabados. Concretamente, el Crucificado del Calvario que graba Hieronymus Wierix sobre dibujo de Maarten de Vos para una serie con escenas de la Pasión ofrece similitudes con el Cristo de la Luz en detalles significativos como el modo de resolver el paño de pureza.
Todo está pensado para trasmitir al espectador la impresión de que acaba de producirse la muerte, tras el más cruel de los martirios. El patetismo del rostro, afilado y amoratado, con los ojos entreabiertos pero sin vida, se acentúa hasta el detalle al atravesar tanto la ceja como la oreja con sendas espinas de la corona, en un recurso que seguiría siendo utilizado en la escultura religiosa española más de un siglo después. El cuerpo parece consumido, con el tórax delgado y el vientre hundido. Las heridas se detallan incluso hasta en una zona como la espalda cubierta por la cruz. De ellas brota la sangre que resbala por el hombro, el costado y las esbeltas piernas. Como sucede en varias de sus versiones del Cristo yacente, para lograr tan tremendo realismo utiliza toda clase de postizos: cristal en los ojos, marfil para los dientes, corcho en las heridas y asta en las uñas. Esta diversidad de materiales era impensable en la escultura del siglo anterior. El único elemento que en principio podría parecer menos naturalista es el vuelo del paño de pureza, que tiende a levantarse a pesar de su pesada textura, pero en realidad trata de reflejar la tempestad desatada cuando Cristo expiró, cubriendo de tinieblas la tierra (Mateo, 27, 45; Lucas, 23, 44). En conclusión, al contemplar el realismo que se alcanza en la talla, resulta comprensible la ya lejana afirmación de Isidro Bosarte, para quien el Cristo de la Luz sería capaz de sostener la fama de su autor, aunque no hubiera hecho otras cosas en su vida.
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LUNA MORENO, Luis. Cristo de la Luz. Gregorio Fernández y la Semana Santa de Valladolid. Valladolid (m): 1986. pp. 86-89.

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VIÑAZA, Conde de la. Adiciones al Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España de D. Juan Agustín Ceán Bermúdez, t. II. Siglos XVI, XVII y XVIII. Madrid (m): 1889. p. 260.
Catalogación Hernández Redondo, José Ignacio
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