Foto: Museo Nacional de Escultura

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Inventario A37conjunto
Clasificación Genérica Escultura
Objeto/Documento Paso procesional
Autor/a Rozas, José de (Fecha de defunción: 06/01/1725)
Rozas, Alonso de (Lugar de nacimiento: Mondoñedo (p), act. 1656-1680)
Ávila, Juan de (S. XVI) (act. 1501=1600)
Título Paso de Los durmientes
Conjunto Paso de los Durmientes
Materia/Soporte Madera
Postizo: Vidrio [ojos]
Técnica Tallado
Policromado
Figura: Incrustación
Dimensiones Anchura = 265 cm; Profundidad = 422 cm
Descripción Si bien el paso del Santo Sepulcro, popularmente conocido como "los durmientes", no alcanza la excelencia artística de los grandes conjuntos tallados por Fernández, no hay que perder de vista que, como ya señalara Martín González, es una obra verdaderamente singular en la Semana Santa vallisoletana. Alejado del movido concepto barroco del paso procesional, su originalidad radica tanto en la simétrica y ordenada distribución de sus figuras como en la serena calma que las inunda, superada ya la frenética espiral de emociones que han supuesto los episodios previos de la Pasión. La composición se articula en torno a la monumental urna calada que permite contemplar el cuerpo muerto de Cristo depositado en su interior centrada en la plataforma; en torno a ésta dormitan sentados en el suelo cuatro soldados ataviados a la usanza clásica (los "durmientes"), representados con una monumentalidad que parece directamente extraída de la estatuaria grecorromana, mientras que dos ángeles en pie dispuestos en los frentes de la urna velan el cadáver.
La escena, inspirada en los pasajes evangélicos posteriores al entierro, cierra el ciclo pasional de Cristo a la espera de iniciar con la Resurrección el de su Glorificación. Los guardias, enviados por Pilatos a instancias de los desconfiados fariseos (Mt. 28:65), han caído presas del sueño y una pareja de ángeles -los "dos hombres con vestidos resplandecientes" (Lc. 24:10) situados "uno a la cabecera y otro a los pies" del sepulcro (Jn. 20:11-18)- han acudido a velar el cadáver en los instantes previos a la Resurrección y más tarde comunicar la buena nueva a las santas mujeres que al despuntar el día acudirán al sepulcro buscando "entre los muertos al que está vivo".
Datación 1650-1696
Contexto Cultural/Estilo Barroco español. Castilla
Lugar de Procedencia Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias, Valladolid (m)(Valladolid Centro, Valladolid (p))
Lugar Específico/Yacimiento Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias
Clasificación Razonada La historia de este paso, labrado originalmente para la cofradía de Nuestra Señora de las Angustias, aún presenta algunas lagunas, siendo uno de los principales problemas la confusión que ha existido entre éste y otro paso de la misma cofradía de especial devoción y parecida advocación: el también denominado paso "del Sepulcro de Cristo" o más raramente, "del Santo Entierro", compuesto por la imagen de un Cristo yacente dentro de una urna, procesionado a hombros hasta mediados del siglo XIX y alumbrado por miembros del clero secular.
De hecho es a este yacente al que se refieren las noticias más antiguas acerca de la existencia de un paso del Santo Sepulcro en la cofradía de las Angustias; a él se refiere en 1569 la cita de la regla de la cofradía a un "claro" del Santo Sepulcro; para la misma imagen del "sepulcro de Nro Señor"era la "caxa" que en 1599 realizó Juan de Ávila, y igualmente lo era tanto el "Santo Sepulcro" de la escritura de patronazgo, ubicado en 1613 en una de las capillas laterales, como el paso que figura en la planta de la procesión de 1618 inmediatamente antes de la imagen de la Virgen titular.
Más claro se ve en la de la procesión de 1619, en la que se reseñan el Santo Cristo (el crucificado de Rincón), el Nuevo o del Descendimiento (la Piedad de Fernández realizado apenas un año antes), la Cruz de Espadas, el Sepulcro y la imagen titular, aquí con la advocación "de la Soledad". De la planta se desprende que el paso del Sepulcro era un Cristo yacente, pues salía "a hombros de cuatro clérigos con sobrepelliz y cubiertos los rostros con velos negros". Algo similar sucedió en 1620, ya unidas la Piedad y las Angustias y acordada la alternancia de los pasos de ambas cofradías en los desfiles; ese año no salieron el Santo Cristo y la Cruz de Espadas, sustituidos por los de la Humildad y de Longinos, ambos de la Piedad, los cuales desfilaron con el Descendimiento, el Sepulcro y la Virgen de las Angustias.
La novedad surge en 1623 en la que procesionaron, por la Piedad el Cristo de la Humildad, y por las Angustias el Descendimiento, el Sepulcro, la Virgen "de los Cuchillos" y, entre los dos primeros de esta cofradía, uno nuevo denominado "del Entierro". De su tamaño dan pistas cuentas de años posteriores en las que se le denomina "el paso grande", como las de 1632 por "hacer el tablero" o las de 1654 por su reparación y por "el adereço de las figuras de los judios del dicho paso y dar color".
De su aspecto nos informa indirectamente el contrato que para su copia, al igual que sucedió con otros pasos vallisoletanos, firmó en 1663 el escultor Francisco Díez de Tudanca con la cofradía riosecana de la Soledad. Tudanca se obligó a hacer "quatro figuras de quatro sayones para el sepulcro de Christo, una urna y tablero con dos angeles que lleban el sepulcro", todo ello "a ymitación de los que estan en el paso del entierro de Cristo que tiene la cofradía de las angustias desta ciudad de valladolid". Del contrato se desprende que las figuras eran de vestir, puesto que debía hacer para los cuatro soldados "cabeças braços y piernas y su armaçon de madera e los bestidos y ropajes todos con armas diferentes echados y dormidos con diferentes posturas y también encarnados y pintados como los toca". La suposición de que el antiguo paso de las Angustias fuera obra de Gregorio Fernández la desmiente el mismo contrato; en él Tudanca también se comprometía a copiar el paso "que hizo Gregorio Hernandez" del Descendimiento de la Vera Cruz de Valladolid, puntualización que omite en el de las Angustias; lamentablemente nada de lo ejecutado por Tudanca para el paso riosecano se ha conservado.
En octubre de 1674 el escultor y cofrade de las Angustias Alonso de Rozas solicitaba a su Cabildo ser excusado del oficio de Alcalde dados los fuertes gastos que aparejaba, arguyendo "tener muchos hixos y hallarse con pocas conbeniencias para los sustentar". En compensación ofrecía dar de limosna "lo que otros avian dado por averles escusado", proponiéndole a cambio el Cabildo hacer en el paso del Santo Entierro las imágenes de bulto de los "quatro judios durmiendo... en la misma conformidad y postura que tienen en diferenciandolos solo en ser de madera". Finalmente Rozas y la cofradía ajustaron que aquel recibiría 900 reales "con que aria los dos Angeles y las quatro hechuras de los Durmientes para dho paso" acabados "para el día de Navidad que viene de 1675", corriendo a cargo de la cofradía su policromía que debía realizar antes de "la procesión de Semana Santa del año 76".
Poco debía haber hecho Rozas cuando cinco años más tarde, en julio de 1679, el Cabildo le exige el cumplimiento del acuerdo de "hacer los Angeles y cuatro Fariseos para el sepulcro de nro Redemptor y paso del Entierro que se lleva en la procesión del Viernes Santo" pues "no havía cumplido con hacer los dhos angeles aunque havía pasado el plazo y mucho más...". La presión surtió efecto, puesto que en las cuentas de ese mismo año figuran, además de los 1.025 reales pagados a Rozas por "la ayuda de costa de los judíos que se obligo a hacer para el paso del Santo Sepulcro y ángeles que ha de hazer para dicho paso", otros 1.070 reales pagados por la Cofradía al pintor Diego de Avendaño "por la pintura de los Judíos del Santo Sepulcro".
Mayor demora sufrieron los dos ángeles, pues las últimas cantidades adeudadas por su labra las recibió su viuda, Isabel de Montoya, en 1686. El mismo año la cofradía ajustó con Antonio Barreda, dorador y estofador de Valladolid, entre otros efectos, la policromía de "los ángeles que se hicieron nuevos en el paso del Sepulcro". También es en estos años cuando se comienza a llamar Durmientes a las figuras del paso y se produce cierta confusión al nombrar el paso, usándose cada vez más el de Santo Sepulcro en detrimento del de Entierro.
Apenas diez años después se hace necesario repararlo, pues en la procesión del Viernes Santo de 1696, estando los pasos de la cofradía en la iglesia de San Pablo "a causa del gran concurso que asiste a la procesion del entierro de xpto y sermon de la soledad, se avia undido el passo del sepulcro y echo pedazos los dos angeles que le acompañaban". Días más tarde el cabildo aceptó el ofrecimiento de José de Rozas, hijo de Alonso e igualmente escultor, de hacer nuevos los dos ángeles "en la misma conformidad que estan los que tenia el paso" a cambio, como su padre, de ser excusado de oficios en la cofradía; dado "que la urna del sepulchro es muy pesada y antigua" se acordó finalmente que si Rozas labraba y estofaba los dos ángeles y fabricaba y doraba "una urna de talla calada en prespectiva y con sus bidrios cristalinos para el sepulcro", "se le reservaría de todos los oficios", todo ello acabado para la cuaresma del año siguiente, pero eso sí, recibiendo "los dos angeles quebrados y la urna biexa para que se pudiese valer de ello para ayuda de la nueba fabrica".
Si bien José de Rozas cumplió entregando los dos ángeles, que responden a su estilo, no cabe duda que el resto de los términos del acuerdo debieron alterarse posteriormente. De hecho, no realizó una urna nueva -la actual de orden dórico, columnas estriadas y diseño clasicista debe fecharse a comienzos del siglo XVII- pero a cambio sí debió labrar, como ya sugirieron Wattenberg y García Cuesta, la imagen del Cristo yacente. Éste, obra de mediana calidad inspirada en los modelos de Fernández, presenta una estrecha relación con otras esculturas de Cristo ejecutadas por José de Rozas en esos años, especialmente con el Nazareno del paso palentino de la Verónica, fechado en 1694, o con el Ecce Homo realizado en 1691 para la cofradía vallisoletana de Piedad.
Respecto a la urna creemos razonable identificarla con la construida por Juan de Ávila en 1599 para el Cristo yacente de las Angustias, utilizada hasta 1656-1658 en que se construyó una nueva. Hasta entonces sirvió para procesionar con ella bajo la advocación del Santo Sepulcro al denominado "Cristo del Jubileo", una imagen de caña de finales del siglo XVI, que igualmente debió ser reemplazada en esos años por una nueva escultura de Cristo yacente copiando modelos de Fernández.
En 1700, tras "haber sacado los Durmientes, los ángeles y el Sepulcro para tomar la medida", se sustituyó la antigua plataforma del paso por otra nueva con tres vigas a la larga que terminaban en las varas de la parihuela. De sus instrucciones de montaje se deduce que la urna se situaba en medio, los cuatro soldados en los ángulos y los dos ángeles en su eje al frente y atrás. Poco años después, en el inventario de 1711, junto a "La imagen de Nuestra Señora de los Cuchillos, El Entierro de Christo, El paso del Descendimiento y El santo Christo que está en la sacristía", se cita "El paso de los Durmientes" dentro de los que salían de la iglesia para la procesión del Viernes Santo.
En 1728, dado el mal estado de la policromía del paso, se concierta con Manuel de Toro, dorador y estofador de Valladolid, "dorar y estofar los dos angeles del natural del paso de los durmientes y echarlos puntas de oro en todos los faldones y bocamangas, encarnarlos a pulimento y asimismo hazer un remiendo general a los quatro sayones de dicho paso y conponer todos los atributos, escudo y armas de dhos durmientes". Estos últimos elementos desaparecieron en época indeterminada: las armas, seguramente sueltas en la plataforma o sencillamente apoyadas en las figuras pronto debieron extraviarse; más lamentable es la pérdida del escudo que, según se desprende de una observación detallada, perteneció sin duda al único soldado ataviado con altas botas de cuero, quien lo sujetaba entre su mano izquierda y el codo de su brazo derecho interiormente rebajado para su mejor ajuste.
Durante buena parte del siglo XVIII, el paso, reseñado por Canesi como "Cristo en el sepulcro y los guardas que le pusieron dormidos", formaba parte de la procesión que la cofradía realizaba al convento de San Pablo el Jueves Santo; allí dejaba sus pasos hasta el día siguiente en que con toda solemnidad retornaba a la penitencial junto con el crucificado de Rincón, el Descendimiento, la Virgen de las Angustias y el Cristo yacente, descrito como "Otro Cristo en el sepulcro a quien alumbra un claro de sacerdotes que suelen ir más de 150".
La progresiva decadencia de las cofradías, así como el alto coste que suponía armar y procesionar los pasos, algunos de los cuales como este de los Durmientes eran "tan enormes que el menor de ellos necesita 30 hombres para su conducción, y algunos 40 y 50", hizo que paulatinamente muchos se minoraran eliminando imágenes, o simplemente dejaran de procesionarse. Así sucedió también con éste en la segunda mitad del siglo XVIII en la que fue participando de forma esporádica en las procesiones de la cofradía y ya excepcionalmente en las de los inicios de la siguiente centuria. En 1806 los Durmientes, "que es un sepulcro con guardas", figuró en la procesión del Viernes Santo junto con el resto de pasos de las Angustias, mientras que en la de 1810, organizada a instancias del general Kellerman, ya no participó, pues el paso del "sepulcro de N. S. Jesucristo" que la cofradía portó junto con la imagen de su titular era el Cristo yacente, alumbrado, como solía, por "un numeroso claro de señores sacerdotes, llebandole entre 6 y a los lados 8 soldados armados".
De estas ausencias se hizo eco el "Reconocimiento" de las figuras de los pasos procesionales realizado en 1803 por la Academia vallisoletana, en el que señala que el del Sepulcro, compuesto "de Jesucristo difunto dentro del Sepulcro, quatro soldados romanos guardando que representan dormidos y dos ángeles de pie (éstos están colocados a los lados del altar mayor)" se guardaba desmantelado "en el coro de la Yglª por ser mui humeda esta" y "con poco aseo" pues "hace años que no se arma este paso". En la misma ubicación lo vio Bosarte en 1804, quien elogió los "quatro soldados pretorianos que hay guardando el sepulcro ... pues aún arrinconados en el coro de la iglesia de las Angustias y sin relación entre sí, parecen bien", favorable impresión que no compartieron en 1815 los comisionados de la Academia, a quienes parecieron "de muy mala mano y sin duda muy posteriores al tiempo de los otros".
En 1842, con el fin de garantizar su conservación, las imágenes del paso se incorporaron a las colecciones del recién creado Museo Provincial, reseñándose al año siguiente todo el conjunto expuesto en la Sala 3ª de Escultura y atribuido a Gregorio Fernández ("nº.37. El Sepulcro de Nuestro Señor con dos ánjeles y los cuatro durmientes, figuras del tamaño natural, por Hernandez "), autoría reiterada a lo largo del siglo XIX y buena parte del siguiente. En 1871 el Cristo con la urna y los dos ángeles se depositaron en la iglesia de San Esteban de Valladolid, mientras que los soldados permanecieron expuestos al público en el Museo en Santa Cruz.
En 1922 retornaron al Museo las piezas depositadas a fin de reconstruir los antiguos pasos procesionales, montándose, según propuesta de Agapito, al mismo nivel con el sepulcro en el medio, los cuatro soldados en las esquinas y los dos ángeles flanqueando los laterales de la urna, todos ellos mirando al frente. Poco antes de 1945 se alteró su disposición elevándose la urna sobre un suplemento y los soldados de adelante se volvieron hacia el yacente al igual que los ángeles, ahora situados en sus frentes, de espaldas a los espectadores. Durante varios años a partir de 1953 los ángeles originales fueron sustituidos por los dos arcángeles labrados por Fernández para la iglesia de San Miguel de Valladolid, dispuestos vueltos hacia el público. En 1966 el paso se trasladó al Instituto de Restauración (ICROA) de Madrid para su consolidación y somera restauración, procediéndose en el Museo años más tarde, en 1981, a restaurar los dos ángeles, recuperándose su policromía original.
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Catalogación Marcos Villán, Miguel Ángel
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