| Descripción |
Escena de interior en la que se representa, en primer término, a una mujer de espaldas ataviada con indumentaria popular, apoyada en una cómoda y posando para un lienzo que está pintando al fondo una dama sentada en un sofá, ante la atenta mirada de otra mujer. Las paredes de la estancia están cubiertas con cuadros de distinto formato y una balda con bustos, junto a la ventana que ilumina la escena.
Este óleo contiene una iconografía poco frecuente en la pintura española de la época, ya que no es habitual la representación de los estudios de artista. Además, en esta ocasión, es una mujer quien está pintando, lo que supone otra novedad, ya que en estos momentos es poco común la presencia de artistas femeninas, más allá de las meras aficionadas a los pinceles. Con toda probabilidad se trate de Joaquina Serrano y Bartolomé (Fermoselle, Zamora, 1857 - ¿Madrid?, 1893) sobrina y discípula de Espalter, que se formó en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid y en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. El cuadro en el que estaría trabajando sería "Charra", realizado en 1876, y que se conserva en el Museo del Prado (inv., P006235). Precisamente este pequeño lienzo muestra a la modelo con el traje tradicional salmantino, apoyada una balaustrada de piedra que ha sustituido al interior de estudio.
Este cartón muestra lo que podría ser una lección de pintura del natural. La sala aparece jalonada de cuadros de diversos formatos y temática, vistas, retratos, pintura mitológica, etc. Precisamente uno de esos lienzos es "Sansón", del pintor catalán y pintado hacia 1850, que se conserva igualmente en la pinacoteca madrileña (inv., P005493). Otra de las efigies que alberga la sala guarda extraordinaria semejanza con el retrato que la artista zamorana realizaría de su mentor y que custodia la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (inv., 0339), si bien está datado en 1880. Por último, la aparición de los bustos de escayola refuerza la apariencia de academia del taller.
Los detalles de las alfombras, los ropajes, el tratamiento de la luz, nos dan muestra del buen hacer del pintor, que capta un instante cotidiano, al tiempo que inusual, con gran maestría y detallismo. Este cuadro supone sin duda un testigo de excepción del momento, documentando la actividad artística, la realidad social.
(Catalogación: Carolina Miguel Arroyo, 2020)
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