| Descripción |
Escena que transcurre en un exterior donde aparecen diversas figuras situadas en un entorno arquitectónico y paisajístico de una ciudad.
En un primer plano se encuentra un joven vestido con un jubón verde que muestra el plano detallado de una ciudad con una leyenda escrita. A su izquierda se halla una figura masculina desnuda que sujeta, con una de sus manos, un cántaro del que cae agua y con la otra una cornucopia de la que fluyen diversos alimentos. Todo ello de color dorado. En un segundo plano se contempla en primer término un edificio sobre unas nubes y detrás se encuentra una puerta que da acceso a una ciudad amurallada asentada sobre un peñasco. Sobre la ciudad se observa un cielo nebuloso en el que destaca una figura femenina, que lleva una casulla, rodeada de una pequeña corte de seres alados que desciende hacía la ciudad situándose sobre la aguja de la torre de uno de los edificios.
Con esta obra el Greco contribuye a la difusión de la nueva imagen de la ciudad de Toledo al representar las principales construcciones modernas de aquel momento -el Alcázar, la Puerta de Bisagra y, sobre todo, el Hospital Tavera, que domina claramente la escena- al tiempo que oculta las emblemáticas construcciones medievales: la Catedral y el Monasterio de San Juan de los Reyes. Así mismo representa alegóricamente la gloriosa historia de la ciudad, enfatizando su pasado romano mediante la representación de un dios fluvial, que derrama el agua y simboliza al río Tajo. Además, muestra su carácter de lugar favorecido por la divinidad, con la representación del milagro de la aparición de la Virgen para imponer la casulla a San Ildefonso, obispo visigodo de Toledo. Por el estilo empleado, la pincelada muy fluida, casi traslúcida como la acuarela, la utilización de la escasa capa de pintura que deja ver la trama del lienzo, la indefinición de figuras, el canon alargado y los fondos de coloridos irreales, la crítica sitúa esta obra en los últimos años de la actividad del pintor. Probablemente este cuadro sea un encargo realizado por Pedro de Salazar y Mendoza, administrador del Hospital de Tavera. Independientemente de quién encargó el cuadro, éste aparece por primera vez en los inventarios de bienes del Greco en 1614 y de Jorge Manuel en 1621. Estuvo en el Hospital de Santiago, pasó luego al Convento de San Pedro Mártir y al Monasterio de San Juan de los Reyes, y de aquí, junto con el Apostolado, al Museo del Greco en 1910.
Esta obra es de especial relevancia y rareza, pues en España no existían este tipo de representaciones, salvo las estampas de tradición flamenca que el Greco pudo conocer a través de sus contactos con el círculo intelectual de Toledo. Con ella contribuye a la difusión de la nueva imagen de la ciudad, al representar las principales construcciones modernas de aquel momento: el Alcázar, la Puerta de Bisagra y, sobre todo, el Hospital Tavera, apareciendo sobre una nube, en referencia explícita al administrador del edificio, Pedro Salazar de Mendoza, amigo del pintor y probablemente autor del encargo de la obra.
El pintor, a diferencia de los fragmentos representados en otras obras, muestra una imagen múltiple de la ciudad: además de la vista en perspectiva de la misma, la pintura incluye un plano detallado del entramado urbano, ofrecido al espectador por un joven pintado con la factura deshecha característica de la época final de El Greco. La complejidad de la visión incluyó además una alegoría del río Tajo -la escultura dorada que vierte el agua y la prosperidad- y la imagen religiosa más significativa del lugar: la Virgen imponiendo la casulla a San Ildefonso.
Por encima, un vasto cielo, azul y nuboso, parece envolverla y protegerla. La crítica ha discutido durante mucho tiempo la mayor o menor fidelidad a lo real en las vistas del Greco, concluyendo que el pintor inventaba e introducía edificios y cambiaba sus ubicaciones reales. Es una de las Tres Vistas de Toledo mencionadas en el Inventario de 1614 redactado por Jorge Manuel a la muerte del Greco.
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