Descripción |
Cuenco semiesférico de base convexa, borde recto y labio redondeado. La pasta, de buena calidad, contiene desgrasantes finos y medios. La superficie está espatulada. El interior presenta una decoración incisa de soles, tan ancha y profunda, que afecta a la superficie exterior del cuenco.
Este cuenco pertenece a la denominada cerámica simbólica calcolítica, caracterizada por la buena calidad de sus pastas y por la decoración con motivos oculados, soliformes y líneas incisas curvas interpretadas ya por Siret como la representación esquemática de tatuajes faciales. Cabe señalar, también, la presencia de representaciones de zoomorfos tales como cérvidos. Tradicionalmente se ha propuesto para esta cerámica una clara orientación ritual. Sin embargo, la atribución de un carácter exclusivamente funerario para esta cerámica queda en entredicho tanto por su reiterada presencia en diferentes lugares de carácter doméstico como por la existencia de una cerámica no decorada con una tipología, técnica de fabricación y acabado final muy similares. No obstante, podría admitirse que estos vasos tuvieran una finalidad práctica importante, independientemente de que con posterioridad se destinaran al ajuar funerario de su propietario. Este vaso forma parte del ajuar funerario recuperado en la sepultura 7 de la necrópolis de Los Millares durante los trabajos que Luis Siret dirigió entre 1891 y 1892.
Compuesta por unas 80 sepulturas colectivas de grandes dimensiones y diversas estructuras de carácter ceremonial, la necrópolis de Los Millares se extiende junto al poblado del mismo nombre. La mayor parte de las sepulturas son tholoi, cámaras circulares con corredor de acceso construidas con grandes lajas de pizarra y sillares irregulares de piedra caliza que se van aproximando para formar una falsa cúpula. Las tumbas muestran una distribución espacial en pequeños grupos que posiblemente refleje las relaciones familiares, sociales y simbólicas existentes en esta comunidad.
Las tumbas de Los Millares son colectivas, con un máximo de unos 100 individuos inhumados. Los cadáveres se depositan en las cámaras, nichos laterales y, a medida que estos espacios quedan totalmente ocupados, en los diferentes tramos del corredor. A pesar de que los sepulcros tienen un carácter colectivo, se intuyen signos de desigualdad entre individuos a partir de los contrastes de riqueza documentados en los ajuares de las tumbas o de la muy diversa envergadura constructiva de las mismas. Además de hachas planas y leznas de cobre y de toda clase de herramientas líticas pulimentadas y talladas, no faltan otras manufacturas representativas del mundo de Los Millares como las cerámicas simbólicas (con decoraciones de ojos, soles, ciervos, etc.), los adornos de marfil y cáscara de huevo de avestruz o una variadísima gama de ídolos de acusada orientación funeraria.
Los Millares acoge, además, los restos de un poblado fortificado con trece fortines que controlan los pasos serranos de su entorno. La dimensión del asentamiento principal y su condición de plaza defendida por tres líneas de murallas con bastiones sugieren para este grupo cultural un modo de vida sedentario con una economía doméstica plenamente afirmada.
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