Foto: Elena Monforte Ezquerra

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Museo Museo Pedagógico de Aragón
Inventario 00358
Clasificación Genérica Material del alumno
Objeto/Documento Pizarra
Materia/Soporte Madera
Pizarra negro
Textil
Dimensiones Altura = 18,80 cm; Anchura = 26,20 cm; Profundidad = 0,60 cm
Descripción Pizarra de uso individual con marco de madera. Tiene un trapo atado con un cordel que se utilizaba para borrar lo escrito y volverla a utilizar.

Para facilitar el borrado, el alumno solía escupir sobre ella y a continuación se frotaba con el trapo. Esta costumbre tan poco higiénica acabó con el uso de las pizarras individuales. Rafael Jiménez concreta su prohibición en un artículo: En una guía práctica del Centro de Documentación y Orientación Didáctica de Enseñanza Primaria de 1967, en el capítulo sobre "El material didáctico", se detalla: "Aunque cada vez su empleo es cada vez más restringido, todavía se utilizan en alguna escuela estos elementos de trabajo. Por razones higiénicas y pedagógicas debe desterrarse su empleo".

Esta pieza en concreto perteneció a Mª Teresa Camps Peiron, hija del médico de Estadilla (Huesca), alumna de la que el Museo Pedagógico de Aragón también conserva varios cuadernos escolares.
Inscripciones/Leyendas Mª Teresa Camps Peiron
Datación 1930-1940
Uso/función Didáctico. Útil de trabajo escolar y escritura.
Clasificación Razonada Las pizarras fueron un material muy importante en las escuelas. Además de la pizarra de la clase, cada alumno solía tener la suya individual, de pequeño formato, en la que podía escribir y practicar hasta adquirir destreza en la caligrafía o para realizar cálculos y otros ejercicios.
Estaban hechas de una lámina de pizarra, que era la superficie para escribir o dibujar y se utilizaba por ambas caras, y el marco de madera de haya con un orificio en el lateral para atar el cordel y el trapo para borrar.
En los catálogos de las editoriales que proporcionaban estas pizarras a las escuelas de principios del siglo XX, como Calleja, Hernando, Hijos de Santiago Rodríguez o Magisterio Español, ofrecen diferentes modelos y precios: la lámina podía ser de pizarra, piedra o mineral (llamadas pizarras naturales); de cartón tratado y pulimentado (llamadas pizarras artificiales); de tela inglesa, realizadas con telas sólidas barnizadas con gutapercha; de hule; y otras denominadas irrompibles, más resistentes y duraderas. Incluso ofrecen una pizarra de puras fibras de madera químicamente transformadas. En cambio, a las pizarras de clase, tanto las murales o para colocar en caballete o trípode, se les denomina encerados o telas-pizarra.
Sobre ellas se escribía con pizarrines (barritas hechas de pizarra), con clarión (pasta de yeso y greda) o con tiza, y se podían borrar lo escrito fácilmente con un borrador de fieltro y mango de madera. Antiguamente se utilizaban esponjas o cepillos especiales para borrar los encerados, pero estropeaban la superficie. En las pizarras individuales, para facilitar el borrado, el alumno solía escupir sobre ella y a continuación se frotaba con el trapo. Esta costumbre tan poco higiénica acabó con el uso de las pizarras individuales. Rafael Jiménez concreta su prohibición en un artículo: En una guía práctica del Centro de Documentación y Orientación Didáctica de Enseñanza Primaria de 1967, en el capítulo sobre El material didáctico, se detalla: Aunque cada vez su empleo es cada vez más restringido, todavía se utilizan en alguna escuela estos elementos de trabajo. Por razones higiénicas y pedagógicas debe desterrarse su empleo.
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