| Descripción |
Está retratada de medio cuerpo, luciendo un vestido a la moda imperio de talle alto y manga corta, collar y pendientes de perlas, con el cabello ensortijado, adornado por diademas y un vistoso tocado de flores, a modo de corona. La muchacha, que aparenta unos doce años de edad, vuelve su rostro sereno e inexpresivo al espectador, mientras ejecuta una pieza musical, sentada ante un piano, también de estilo imperio, sobr cuyo atril reposa el cuaderno de la partitura cerrado, en el que puede leerse la inscripción: "A. Señorita / Velazquez". Sobre el frente del teclado están grabadas las iniciales "A.G.V." entrelazadas, con talla vegetal. [...] Identificada la modelo durante muchos años con la propia hija de Zacarías, Ana María González Velázquez, con cuyas iniciales coinciden tanto la inscripción de la partitura como las tallas en el piano, recientemente Núñez Vernis apuntó su verdadera identidad, al afirmar que, en realidad, se trata de la niña Manolita González Velázquez, sobrina del artista, aportando así mismo detalladas noticias biográficas de la modelo. Así, Manuela González Velázquez y Díaz era hija del arquitecto Isidro González Velázquez -hermano de Zacarías-, y de su segunda esposa, doña María Teresa Díaz Jiménez, calculándose su nacimiento en torno a 1810.
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| Clasificación Razonada |
Obra maestra absoluta de la producción retratística de Zacarías González Velázquez, el presente lienzo es ejemplo excelente de la absoluta asimilación por este maestro de las doctrinas más ortodoxas del academicismo clasicista importadas de Francia y que tan tímida repercusión tuvieron en la pintura española de los primeros años del siglo XIX. Así, el retrato revela ciertamente todos los aspectos más característicos del estilo maduro del pintor, despojado ya de todo eco de cualquier afectación del decorativismo rococó: su ejecución precisa, el refinamiento extremo de su dibujo, el torneado de las carnaciones a base de suaves esfumaturas, la limpieza del silueteado del rostro, los grandes ojos almendrados y la boca y la nariz breves son rasgos que, comunes a otros retratos femeninos familiares, se repetirán con frecuencia en los modelos humanos del pintor (José Luis Díez).
Marco imperio. España, hacia 1820 (?). Este retrato, una de las obras más alabadas de su autor, conserva un elegante marco de estilo Imperio que resulta muy apropiado para la pintura. En el filo se dispone una sarta de perlas tallaas en altorrelieve mientras que la entrecalle, separada con un leve escalón, es completamente lisa. El canto, por el contrario, destaca con un entorchado de hojas de laurel que se interrumpe, en los medios de los travesaños y largueros, con una cinta cruzada en forma de aspa. El exterior de la moldura tiene un perfil cóncavo muy marcado que permite que el vistoso canto de talla vegetal quede parcialmente volado (Carlos Sánchez Díez)
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| Bibliografía |
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NÚÑEZ VERNÍS, Bertha. La identidad de un personaje: Manuela González Velázquez, pintada por su tío Don Zacarías. Goya: revista de arte. Madrid: FLG, 1994, pp. 355-359, fig. 1; Representada de más de medio cuerpo sobre un fondo verde, la niña está sentada frente al piano con las manos colocadas sobre el teclado, volviendo la cabeza para mirar al espectador con gesto sereno e inexpresivo. Viste un traje de estilo imperio de seda gris y rosa en tonos pálidos, con mangas cortas y amplio escote; lleva collar y pendientes de perlas y el cabello en rizos recogidos con un tocado de flores, puesto a modo corona o diadema y, en los dedos dos delicadas sortijas. Aparenta tener unos doce años de edad. En el atril del piano se apoya una partitura cerrada y en su portada aparece la inscripción Señorita Velázquez, más abajo, sobre el mismo instrumento, pintadas en relieve y entrelazados, las letras M G V. El retrato-que en algún momento estuvo atribuido a Gerard-, está ejecutado con notoria delicadeza y una armonía cromática de colores brillantes y tenues de gran pureza, dispuestos en perfecto equilibrio, resumiendo las características más típicas de su autor, una ejecución precisa, un dibujo refinado y unos volúmenes redondeados con suaves esfumaturas. Los accesorios decorativos se limitan a la indumentaria y los adornos de la niña y al instrumento musical. Se trata de una auténtica obra maestra y excelente ejemplo de la asimilación por parte de Zacarías González Velázquez de las más pura doctrina del academicismo neoclásico, en que se adelanta ya, en cierta medida, a la sensibilidad prerromántica. Como indicaba antes, el lienzo fue restaurado por doña María Dolores Fuster; su estudio técnico y tratamiento de conservación aportó una novedad: el artista modificó la composición eliminando una figura femenina que aparecía al fondo, variando la vestimenta de la niña y la posición del piano. La identidad del personaje pudo establecerse tras haber consultado el archivo de los descendientes del pintor, quien era tío de la retratada.(...)La crítica ha sido unánimamente favorable a esta composición, merecedora de toda clase de elogios, incluso de Gaya Nuño, quien la consideró una de las obras más cautivadoras de nuestra pintura romántica y también su obra maestra, una de las más seductoras efigies de muchacha de todo el siglo. Por último, es interesante consignar que hacia 1914 este cuadro se encontraba en el vestidor particular de la esposa de Don José Lázaro Galdiano, en el madrileño palacete de Parque Florido.; Nº 240, pp. 355-359. Madrid
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