Foto: Museo Nacional de Escultura

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Museo Museo Nacional de Escultura
Inventario A34conjunto
Clasificación Genérica Escultura
Objeto/Documento Paso procesional
Autor/a Fernández, Gregorio (Lugar de nacimiento: Sarria, 1576 - Lugar de defunción: Valladolid (m), 1636)
Título Paso Sed Tengo
Conjunto Paso Sed Tengo
Materia/Soporte Madera
Postizo: Vidrio [Ojos]
Técnica Tallado
Policromado
Incrustación
Dimensiones Altura = 378 cm; Anchura = 276 cm; Profundidad = 450 cm
Descripción Es el primer paso conocido de Gregorio Fernández. De la documentación conocida se deduce la donación efectuada a la cofradía de Jesús Nazareno por el gremio de pasamaneros, en 1612, de un paso compuesto por tres figuras -un Crucificado y dos sayones- que se estrenaría en la procesión del mismo año y se completaría en los siguientes cuatro años con tres sayones más.
El grupo presenta una composición piramidal centrada en un Cristo de blanda anatomía y paño de pureza aún no dominado por los pliegues acartonados propios de la obra posterior del escultor. El vértice superior lo ocupa un sayón audazmente encaramado a una alta escalera para clavar el rótulo de "INRI" desde una posición de difícil estabilidad. En la base de la composición se distribuyen el resto de los personajes: dos figuras junto al pie de la cruz protagonizan la acción que da nombre al conjunto, acercando una de ellas la esponja humedecida en hiel y vinagre a los labios de Cristo, mientras la otra sostiene el caldero. En primer término, otros dos sayones se juegan a los dados las vestiduras del Crucificado. Estos personajes de caricaturescas fisonomías, torvos gestos e indumentaria a la moda de la época evidencian una alta calidad artística, reflejada en dinámicas pero equilibradas actitudes, inmejorable tratamiento anatómico y acertada expresividad, aspectos visibles sobre todo en el sayón de la esponja y en el que señala los dados.
Iconografia Crucifixión
Datación 1612-1616
Contexto Cultural/Estilo Barroco español. Castilla
Lugar de Procedencia Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Valladolid (m)(Valladolid Centro, Valladolid (p))
Lugar Específico/Yacimiento Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno
Clasificación Razonada La lógica pretensión de la cofradía vallisoletana de Jesús Nazareno de contar con un paso de la Crucifixión se vio cumplida poco después de superar su primera década de existencia al recibir como limosna del gremio de los pasamaneros un paso compuesto por un Cristo crucificado y dos sayones. De acuerdo con la noticia que proporciona un acta de cabildo, publicada por F. Arribas, estas tres figuras permitieron incorporar a la procesión del año 1612 la escena de la Crucifixión, con la que se ampliaba el particular culto que la cofradía profesaba a su imagen titular.
Todo indica que desde el primer momento se pensó en un conjunto de mayores dimensiones, que posteriormente se terminaría completando. No resulta lógico pensar que se estimara suficiente un paso compuesto solamente por tres figuras, cuando se contaba en la ciudad con precedentes inmediatos tan numerosos como el paso de la Elevación, realizado por Francisco Rincón para la cofradía de la Pasión. Por otro lado, los encargos documentados de pasos procesionales confirman la elaboración por parte de los escultores de bocetos en barro y dibujos con los que se aprobaba el proyecto, que probablemente también existieron en este caso, y que reproducirían a pequeña escala lo que a la postre fue el resultado final. Por último, de la lectura de un acta de cabildo del año 1616, publicada por Martí y Monsó, parece deducirse que en los años inmediatos se continuó trabajando en el paso: que en el año seiscientos y doce los señores pasamaneros desta ciudad abian dado de limosna a esta santa cofradia el paso de cristo con dos sayones y que para efecto de lo acabar esta santa cofradia les abia prestado setecientos reales y que rrespeto de tienpos tan esteriles no podian cumplir y hera bien desde luego se les perdonase a los dichos señores pasamaneros lo que esta santa cofradia les abia prestado.
Teniendo en cuenta la realización del paso en dos momentos distintos, los autores que lo han estudiado han tratado de determinar tanto la autoría del diseño del conjunto como de las diferentes tallas que lo componen. La comparación estilística y la evolución de la escultura procesional vallisoletana, con Gregorio Fernández como indiscutible y casi único creador de grandes composiciones tras la muerte de Rincón, han dejado pocas dudas sobre el autor del proyecto. Por si esto fuera poco, el pago de 50 ducados por una obra indeterminada que efectúan varios pasamaneros a Gregorio Fernández en agosto de 1612, documentado por J. Urrea, viene a reforzar de forma prácticamente definitiva la intervención del gran escultor en el diseño y en las tres primeras figuras que habían sido entregadas ese mismo año.
Con respecto al Crucificado, en algún caso se han vertido dudas sobre su identificación con la escultura que en origen presidía el conjunto. La causa se encuentra en un conocido conflicto entre la cofradía y el convento de San Agustín, sede fundacional de los Nazarenos. La decisión de la cofradía en 1676 de trasladarse a su propia iglesia penitencial desencadenó un pleito que se resolvió con sentencia favorable para el convento al que tuvo que devolver las imágenes. Entre las nuevas esculturas que se contrataron para suplirlas figura el encargo en 1684 de un nuevo Crucificado a Juan Antonio de la Peña que permitiría contar en las procesiones con el llamado paso grande. De este modo, la talla de Cristo en la cruz, a la que la comunidad agustina siempre tuvo una particular devoción, quedó en el convento hasta su traslado al Museo después de la desamortización, donde curiosamente al cabo del tiempo volvió a ser incorporado a su destino original.
Junto con el Cristo, tenemos también constancia de que se devolvieron al convento los sayones del rótulo y de la esponja. Gracias a la investigación de Filemón Arribas en el archivo de la cofradía se conocen las largas gestiones que fructificaron en 1717 con la nueva adquisición de ambas esculturas al boticario Andrés Urbán, a quien se las había entregado el convento a cambio de la condonación de una deuda. Como se ha observado en diferentes ocasiones, estas dos figuras ofrecen un estilo diferente al resto de los sayones lo que, unido a su mayor calidad, particularmente notable en el elegante sayón de la esponja, invita a pensar que fueron las piezas que acompañaron al Crucificado desde el primer momento y también las más cercanas a la labor personal del maestro.
Los indicios documentales parecen señalar que la cofradía no fue obligada a devolver los otros tres sayones. Al menos tenemos certeza que en 1699 se encontraban en la cofradía, donde fueron reparados recomponiendo diferentes partes y recibiendo nueva policromía en las encarnaciones por parte del pintor José Díez de Prado. Probablemente, el hecho de que la cofradía perdonara al gremio de los pasamaneros un préstamo para terminar el paso, les confirió unos derechos de propiedad que mantuvieron tras la escisión del convento. El aspecto menos estilizado de estas tres figuras con respecto a los dos sayones anteriores y la menor expresividad de sus rostros, particularmente notable en los sayones de la lanza y el descalabrado, se han justificado con una mayor colaboración del taller, que por otro lado es habitual en otros pasos realizados por Gregorio Fernández.
Desde el punto de vista iconográfico, es interesante destacar el momento concreto que eligió la cofradía para representar la escena. Se trata del instante posterior a la Elevación, con el Cristo aún vivo, de manos crispadas tras ser clavadas a la cruz, y acompañado por cinco sayones que realizan diferentes acciones recogidas en los Evangelios.
El sorteo de las vestiduras se escenifica a través de las dos figuras situadas en primer término. El que se encuentra a la derecha del espectador, colocado rodilla en tierra para lanzar los dados con un cubilete, es denominado en la documentación como el descalabrado, por la gran herida que muestra en la parte posterior de su cabeza con la que se trata de reflejar el carácter pendenciero y la brutalidad de los personajes que maltrataron a Cristo. En el lado izquierdo, la figura encorvada señalando los dados, con el jubón a medio poner tras acabar su trabajo en la Crucifixión, muestra una mayor calidad en la definición del rostro y en la disposición de la figura, probablemente inspirada en un grabado como el de Johan Sadeler del Camino del Calvario, en el que aparece en primer plano un sayón con el mismo tipo de gorra y una actitud similar.
La estudiada composición piramidal de la escena se continúa con el sayón de la esponja, anteriormente destacado como una de las mejores piezas de este tipo realizadas por Gregorio Fernández, y un soldado vestido con armadura, al que se llama sayón del caldero por el recipiente que lleva en su mano izquierda para contener el vinagre con que se impregnó la esponja. Los brazos levantados de ambas figuras y los instrumentos que sujetan, respectivamente la caña con la esponja y una lanza, enmarcan y conducen visualmente al espectador hacia el Crucificado, coronando la composición la figura de otro sayón encaramado a una escalera para colocar el letrero del INRI.
En una cofradía dedicada a Jesús Nazareno no parece casual que los únicos que rodean a Cristo en esta escena sean sus verdugos, contradiciendo a la inmensa mayoría de representaciones artísticas en las que aparecen la Virgen y san Juan al pie de la cruz. En la procesión que celebraba la cofradía en la madrugada del Viernes Santo tan solo le acompañaba a la figura titular de Jesús con la cruz a cuestas, además de la Crucifixión, otro paso del Despojo, en el que también se representaba a Cristo rodeado por cuatro sayones que preparaban el martirio en el Calvario. Evidentemente, todo el culto estaba centrado en el Nazareno y en las dos escenas que lo complementaban.
Una última cuestión que merece ser destacada es la de la propia cronología del paso. Aunque Gregorio Fernández realizó anteriormente alguna escultura con fines procesionales, como el grupo de San Martín y el pobre del Museo Diocesano de Valladolid, la fecha de 1612 en la que entrega las tres primeras figuras es la más temprana de las que se conocen para sus composiciones de pasos de Semana Santa. El canon superior al natural de las figuras que lo componen, notablemente mayores que las realizadas por Rincón para el paso de la Elevación, y el atrevimiento de situar una figura en lo alto de una escalera por encima de la cruz, revelan que desde fecha temprana Fernández logró revolucionar el arte de la escultura procesional y deslumbrar a la sociedad del momento con estos grandes conjuntos.
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Catalogación Hernández Redondo, José Ignacio
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