Descripción |
Sarga con 25 personajes: cinco de ellos niños, en tres escenas interrumpidas.
La obra completa está formada por 54 personajes. Desfilan en cortejo y se van agrupando paulatinamente en seis escenas.
Todos los personajes discurren por el friso en actitud triste y llorosa en una danza serena. Se presentan de cuerpo entero, de pie y algunos sentados dispuestos sobre una leve línea de horizonte baja creando una escena con fuerte carga lúgubre y alegórica. Sus ropajes son túnicas, la mayoría largas, y los tocados sencillos, muchos de ellos con coronas de laurel. La carga emotiva se acentúa con los gestos de bocas entreabiertas y miradas cruzadas de frente, derecha, izquierda, abajo, arriba....
La sarga está formada por dos piezas de trama intermedia y ligamento en tafetán, unidas horizontalmente mediante una costura cosida con el mismo hilo de la trama.
El completo repertorio de símbolos, emblemas y alegorías se resumen a continuación en esta cita literal de la descripción del Cenotafio de la Imprenta de Vega y Compañía, Madrid, 1819:
"[...] se vé la Piedad Cristiana que conduce en un Vaso ó Urna cineraria las cenizas de la REINA NUESTRA SEÑORA, de la cual penden guirnaldas de flores que sostienen las Virtudes cardinales, la Prudencia y la Justicia: es precedida del Angel Custodio que tiene puesta una mano sobre la Urna, y con la otra señala el lugar de los Bienaventurados: del Himeneo con la antorcha apagada; y de dos Genios que rompen el signo conyugal, á quien acompañan en ademan triste y lloroso la Historia, el Ingenio, el Premio, la Poesía, la Agricultura, la Medicina, el Valor militar y la Amargura é Infelicidad, como significativas del gran dolor de haber perdido las Ciencias y las Artes tan augusta protectora: en este lúgubre y alegórico aparato siguen, á la Piedad cristiana, la Esperanza, la Fé, las Virtudes sociales, y la Monarquía española significada por sus diversas Provincias en la Península; y despues la Horfandad representada en Niños y Doncellas lamentando la temprana muerte de su benéfica y bien hechora SOBERANA, en la cual encontraban su mas sólido apoyo [...]" (sic)
(Catalogación 2013)
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Clasificación Razonada |
Según se recoge en el inventario ológrafo de Juan Cabré, de 1924, se trata de una sarga que podría proceder de un friso de un monumento o podría haberse hecho para una ceremonia.
Zacarías González Velázquez y Tolosa (Madrid, 1763-1834), pintor de cámara del rey Fernando VII llegó a ser director de pintura y director general de la "Real Academia de las nobles Artes". Se formó también con Mariano Salvador Maella. Procede de saga de artistas. Su abuelo fue escultor: Pablo González Velázquez, su padre, pintor (Antonio González Velázquez -Madrid, 1723-1793-, que fue también director de la Real Academia, y los tíos, también artistas (Luis y Alejandro), así como su hermano, Isidro -arquitecto y excelente dibujante-, responsable del diseño y la ejecución del cenotafio para las exequias de la reina Isabel de Braganza. Destacó como pintor de historia, como retratista y como decorador de frescos de reales sitios (Palacio de El Pardo, Casa del Labrador -Aranjuez-.) y trabajó, con bocetos de Maella, realizando cartones de tema marino en la Real Fábrica de Santa Bárbara.
Era excepcional en el tratamiento de temas alegóricos y mitológicos al gusto neoclásico, como en el caso de esta pieza, sin descuidar las obras de asunto religioso, algunas de las cuales se conservan en la catedral de Jaén, la de Toledo o el Oratorio de Caballero de Gracia de Madrid.
Además de realizar esta sarga por el prematuro fallecimiento de la segunda esposa de Fernando VII, participó también en la decoración para las exequias de la reina María Amalia de Sajonia.
María Isabel Francisca de Braganza falleció con tan sólo 21 años por la agresiva intervención médica a la que fue sometida durante el parto de su segunda hija, que también nació sin vida. Los reyes ya habían perdido también a su primera hija y Fernando quiso rendir un sentido homenaje a su finada esposa con un monumento efímero en el que se concentró todo el dolor, no sólo suyo, sino de toda España. Isidro, hermano de Zacarías, recibió el encargo, como Arquitecto Mayor del rey, para diseñar un catafalco en el que las artes, las letras, la música y todos los sentidos se dieran cita de manera ejemplar, como explica Alejandro Martínez (2013) ".... Un lenguaje alegórico en el que arquitectura, pintura y escultura elevan conjuntamente el llanto fúnebre" (p. 58). La identificación de esta sarga del Museo Cerralbo se debe a este investigador, que nos aporta valiosísima documentación para catalogar el friso.
La reina había fallecido en las Navidades de 1818, el 26 de diciembre, en el Palacio de Aranjuez, y fue enterrada el día 30 en el Pabellón de Infantes de san Lorenzo del Escorial. El cenotafio estuvo terminado para que se celebraran las exequias el 1 y 2 de marzo de 1819. A la reina la conocemos bien por los retratos que de ella se conservan en el Museo Nacional del Prado, especialmente el de Bernardo López Piquer: María Isabel de Braganza, reina de España, como fundadora del Museo del Prado (nº inv. P00863), entre otros conservados en este museo y en colecciones españolas, muchas de ellas de Museos estatales.
La estética neoclásica, dentro de los cánones que propone Hugh Honour como "el modo neoclásico de la muerte" en su imprescindible estudio El Neoclasicismo Madrid, Xarait 1982 (pp. 176-188), sitúa plenamente la iconografía del discurso del friso en este contexto. Además, viene reforzado por el obelisco en el catafalco como símbolo de poder que, en su día, tuvo en el del imperio romano, y que se replica en el XIX para emular el orden político del Estado Cristiano, como advierte Martínez. El conjunto es, como el propio autor reflexiona, un "fruto de una sensibilidad neoclásica edificante..." que responde al planteamiento político postconstitucional de Fernando VII, una "racionalización de la moral cristiana", sencilla, clara y amable, como defiende Reyero (2010, p. 153).
Se conserva un dibujo de 1819 con un boceto-croquis del catafalco en el Biblioteca Nacional de España -en adelante BNE- (Dib/14/27/35) "Croquis para el catafalco por las exequias de María Isabel de Braganza en San Francisco el Grande", diseñado por Isidro González Velázquez (1765-1840) y un grabado del cenotafio de Francisco Jordán (1778-1832): BNE (INVENT/18589), otro en la colección Adolfo Blanco (1822, talla dulce, 77 x 54,2 cm) y otro en la Biblioteca de Patrimonio Nacional (ARCH2/CART/13 (12)).
La descripción del catafalco la publicó la Imprenta Vega y Compañía en 1819. Se tiene constancia de varios ejemplares conservados en bibliotecas de Madrid: uno en la BNE (BA/7843(9)), otro en la Patrimonio Nacional (reg. Registro nro. 65560, III/6564 (9), y otro en la Biblioteca Regional: nº control BRM20090011441 y otro en la Biblioteca del Ayuntamiento: "Descripción del cenotafio erigido para las reales exequias de la Reina Nuestra Señora Doña María Isabel de Braganza, celebradas en el día 2 de Marzo de 1819 en la Iglesia del Real Convento de San Francisco el Grande de esta corte". Si bien sólo se habla de un día (día 2 de marzo) en la descripción, los actos del evento se programaban para dos días, por ello hacemos referencia al 2 y 3, como explica Martínez (2013, p. 60). El documento consta de 14 págs. enumeradas con números romanos y recoge literalmente la descripción del programa iconográfico del friso.
En esta descripción se concentran, entre otros, los siguientes símbolos y alegorías con sus respectivos atributos que caracterizaron a la reina: la Piedad Cristiana (urna y llama de fuego), las cuatro virtudes cardinales: Fortaleza, Templanza, Prudencia y Justicia, el premio, la victoria (laurel), la Justicia (balanza o romana y espada envainada), Genio, Poesía, Historia (musa Clío), Amor conyugal (yugo de madera), la Agricultura (cedazo y árbol), Medicina (Gallina y vara de Esculapio), Valor militar, Lactancia materna (Tellus mater del reino- emblema de la regeneración del orden monárquico), Amargura: "por haber perdido las artes y las ciencias tan augusta protectora", Infelicidad, La Esperanza (ancla), La Fe (figura con ojos vendados), Las Virtudes Sociales (Caridad), La Monarquía española (escudos de varias provincias), la Orfandad (dos niños y doncellas)...
Respalda también la importancia de la sarga de Zacarías el hecho de que, además de su hermano Isidro y él mismo, participaran el cenotafio destacados escultores del momento: José Ginés, Valeriano Salvatierra, Esteban de Agreda, Francisco Elías, Ignacio García y Pedro Hermoso), el arquitecto Custodio Teodoro Moreno, el poeta Juan Bautista Arriaza y tallistas, carpinteros, doradores, tapiceros, cordoneros, pateos, torneros, vidrieros y floristas. El poeta Juan Nicasio Gallego, a quien se le encargaron los discursos previos a los responsos en las exequias, cita a Virgilio en la laude fúnebre que dedica a Isabel y hace alusión a la carga simbólica de las figuras alegóricas diseñadas por Zacarías. El mismo pintor realizó un retrato de la reina que hoy se conserva en el Museo Nacional del Romanticismo (Nº Inv.: CE7050).
Las exequias por la reina se celebraron también en la Iglesia de San Ignacio de Roma en el mes de septiembre, pero el proyecto que Isidro proyectó no se materializó tal y como él lo concibió. No obstante, el mismo cenotafio sí se reutilizó para celebrar las exequias de Carlos IV y María Luisa de Parma que se celebraron también en San Francisco el Grande el 22 y 30 de marzo. Y se celebraron en España y América homenajes a la joven reina.
El catafalco se desmontó tras las exequias de los Reyes Padres. Se repartieron los lienzos entre el Colegio de doña María de Aragón, diversas fundaciones religiosas y miembros de los cuerpos reales y del pueblo de Madrid, tal y como se recoge en el archivo General de palacio (AGP, Sección Reinados, Fernando VII; varios expedientes de la caja 453). Otras partes del catafalco se llevaron al Palacio Real y al Casón del Buen Retiro, algunas de las cuales se aprovecharon para el cenotafio de la tercera esposa de Fernando VII, María Josefa Amalia de Sajonia, obra de Vicente Camarón de 1829.
La trama de los dos lienzos es fácilmente diferenciable, pues una es de 16/17 hilos y la otra de 13/14. Gracias a las Cuentas de la veeduría general de palacio, explica Martínez (AGP. Sección reinados, Fernando VII, Caja 453, Expedientes 3 y 4 con Inventario de las sargas, bayetas, paños, camelotes y otros enseres.), se sabe que una de ellas procedía de Guadalajara y la otra de Barcelona.
La obra fue seguramente muy apreciada por el marqués de Cerralbo, si bien, hasta la fecha, no tenemos constancia de cómo llegó hasta su casa palacio de Ventura Rodríguez. Sabemos que los lienzos estuvieron expuestos en el piso bajocubierta junto a otras obras destacadas de la colección, un lienzo en la pared y el otro en la escalera que unía esta planta con el piso principal (imágenes de Otto Wunderlich de 1941). El motivo de que no se expusiera en su Museo lo desconocemos. Quizá ingresara en el palacio una vez que ya se había planteado el montaje de las salas, o quizá el Marqués consideró que precisaba demasiados metros lineales (24) para su montaje expositivo... Manuel Jorge Aragoneses, que dirigió el Museo entre 1983 y 1993, estudió la posibilidad, en 1991, de exponer la obra en la planta semisótano del Museo que, al fin, no llegó a buen puerto, por lo que se adecuó para conservarla en los almacenes del Museo.
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