Clasificación Razonada |
Las variaciones iconográficas sobre las advocaciones marianas dieron como resultado creaciones verdaderamente diversas. Las órdenes religiosas buscaban resaltar sus carismas particulares como un modo de llamar la atención sobre sus peculiaridades, dando lugar a un repertorio rico y lleno de matices que ha proporcionado un catálogo variado con las más diferentes representaciones.
De este modo la escultura de la Virgen de la Merced, sentada, con su mano derecha en el pecho y la izquierda abriendo un libro de oraciones, vestida con el hábito blanco de la orden en el que no falta el característico escapulario, es un ejemplo de la variedad que podrían alcanzar esos modelos. La fórmula representa a la Virgen como comendadora mercedaria y es fruto de la trasposición a la imagen de una visión sobrenatural de quien fuera el fundador de esta formación religiosa, san Pedro Nolasco (1180-1256).
La escena es narrada en sus hagiografías al señalar que, estando una noche orando en el coro de su convento, el santo vio de repente como entraban "grandes y luzidas esquadras de ángeles, todos con vestiduras y ropas resplandecientes, acompañando devotos a María Santíssima su Reyna. Notó querían cantar Maytines, y assi poniéndose la soberana Señora en la silla superior del Coro, los demás ministros ocupavan las demás de el sitio. Entonó la Virgen Domine labia mea aperies, respondiendo con suave armonía los ángeles, y prosiguiendo los maytines les ayudaba en ellos el Serafín Patriarca" (Juan Guerrero de Saravia, Epílogo de la vida, muerte y maravillas del glorioso Patriarca San Pedro Nolasco, Granada, 1643, p. 6 r. y v.).
Ese instante, que muestra a la Virgen con el hábito coral ocupando su sitial en la sillería de la casa, se convirtió en un signo de identidad de la familia mercedaria y fue muy común que o bien pinturas mostrando el suceso o bien esculturas se dispusieran en la presidencia de los espacios corales de los conventos para recordar el acontecimiento milagroso. Incluso en el Capítulo General de 1729 se recomienda que, como ejemplo y como memoria, fuera la imagen de la Virgen Comendadora la que presida esos lugares. No obstante, y aunque el coro fuera el lugar preferente para su ubicación, también se colocaron estas obras en los retablos mayores, como sucedió en Osuna con el encargo realizado a Fernando Ortiz en 1766 (Mª Teresa Ruiz Barrera, "Notas iconográficas sobre la Virgen de la Merced. Sus artes plásticas en Andalucía Occidental", en Regina Mater Misericordiae. Estudios históricos, artísticos y antropológicos de advocaciones marianas, Córdoba, 2016, pp. 659-588).
Eso mismo fue lo que aconteció en el templo de la Merced Calzada de Valladolid, para cuyo retablo mayor, realizado mucho tiempo antes por Pedro de la Cuadra, se llevaba a cabo una reforma en su calle central que condujo a mediados del siglo XVIII a colocar esta escultura, especialmente llamativa por su carácter escenográfico. A falta de un estudio más minucioso podríamos pensar a primer golpe de vista que la fuente formal estuvo en modelos de tanto predicamento como la imagen de la Merced de Sevilla, realizada hacia 1730 y de la que Pedro Tortolero abría una estampa en 1736, con la que se puede establecer un notable parecido. La disposición en altura de la pieza vallisoletana hizo que se pusiera el acento en la nube de ángeles que la sustenta, como un alarde técnico, frente a la frontalidad inexpresiva de la figura titular. La blancura del hábito sólo se altera con una orla dorada con motivos ornamentales muy sencillos, característicos de la segunda mitad de la centuria.
|