Descripción |
Placa cerámica policromada rematada en arco en su parte superior y con marco de madera. Se representa una escena con tres personajes desnudos rodeados de llamas, simplemente contorneados en manganeso, de trazo muy esquemático, y alguna mancha de color dando idea de volumen. Estos tres personajes dispuestos de izquierda a derecha, en posición de tres cuartos, de frente y de perfil, presentan actitud orante o suplicante, adelantando sus manos hacia arriba, y se diferencian por la altura (gradual de izquierda a derecha) y por un tratamiento de sus rasgos y la longitud de su cabello, pudiéndo ser un indicativo alusivo a su edad y representando, por lo tanto, las tres edades (juventud, adultez y vejez). Las llamas, coloreadas con tonalidades anaranjadas y ocres, se disponen tanto en la parte inferior mediante líneas curvas (prolongándose dos llamas en altura que separa a los personajes) y en la parte superior (más esbozadas con líneas verticales y que parecen salir de unas nubes de trazo simple negro que se adaptan a la curvatura de la parte superior del azulejo).
Esta escena representa a tres almas del Purgatorio. Su culto estuvo muy extendido y fue muy difundido por la Iglesia Católica, desde que en la sesión XXV del Concilio de Trento de 1563 se aprobara la enseñanza y predicación de la existencia del Purgatorio. Conforme se fue difundiendo y divulgando la doctrina del Purgatorio, las representaciones del mismo fueron prodigándose utilizando múltiples soportes, todo ello para adoctrinara los fieles. Al principi,o el Purgatorio aparecía formando parte de la escenografía del Juicio Final, representado como fuego que consumía a las almas penando sus pecados. Las cofradías de ánimas fueron las encargadas de plasmar en obras de arte la idea del Purgatorio, mediante la construcción de capillas, retablos, hornacinas o cerámicas ornamentales que recordaban a estas almas, prodigándose hasta el siglo XX.
Para aliviar a estas almas era muy importante tanto las limosnas de los fieles, como la celebración de misas en su recuerdo. Así los vivos con estas accciones salvaban las almas del purgatorio y estos, una vez salvados, podían interceder por los mortales desde el cielo.
Era común encontrar esta iconografía en láminas enmarcadas, con la presencia de Vírgenes (o santos en años anteriores) como intercesoras de estas almas, bastante frecuentes en los hogares españoles de la primera mitad del siglo XX. También era común colocar estas representaciones en las iglesias junto al cepillo para limosnas para sufragar misas por los difuntos.
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