| Clasificación Razonada |
Fue en torno a 1968 cuando Darío Villalba comenzó a trabajar en los "encapsulados", una de las series más singulares de su producción y con la que participó en la XXXV Bienal de Venecia (1970) y en la XII Bienal de Sao Paulo (1973), obteniendo el Premio Internacional de Pintura en esta última.
Los "encapsulados", también conocidos como "crisálidas", eran una personal respuesta al pop estadounidense que Villalba había conocido de primera mano en Nueva York durante los primeros sesenta. Concretamente, "Anti-pop-Art" fue el término acuñado por Luis González Robles y retomado por Pierre Restany para hablar del sentido de esta serie, en la que Villalba partía en su planteamiento artístico del corpus de "documentos básicos", un archivo visual que el artista había ido configurado a través de distintas fuentes con especial protagonismo de los medios de comunicación de masas. A partir de los personajes que tomaba de sus "documentos básicos" y que reproducía a tamaño natural o incluso mayor, Villalba construía sus "encapsulados", que contaban con una representación bidimensional (aunque podía variar, estaban realizados en óleo o acrílico con emulsión fotográfica sobre tela) y una característica envoltura tridimensional a partir de una carcasa de plexiglás que rodeaba e individualizaba al personaje, presentado como un móvil colgante exento.
Dentro de esta etapa creativa de Villalba se sitúa esta obra en la que existen, sin embargo, algunas variantes al tratarse de obra múltiple y no tener el carácter de volumetría exenta característica de las grandes "crisálidas". Conecta con la primera generación de "encapsulados", desarrollada entre 1968 y 1971, y en la que Villalba combina las imágenes tomadas de sus "documentos básicos" con la introducción de un intenso color que aplica por la superficie de la obra antes de ser encerrada en la burbuja de plástico. En el caso de esta serigrafía, que forma parte de un conjunto más amplio, Villalba compuso la obra a partir del dibujo de una silueta masculina de perfil (la misma que en el resto de serigrafías que componen la serie) en la que reproducía una especie de collage visual donde combinaba una serie de imágenes de procedencia humana (niños, jóvenes, ancianos, cuerpos policiales, partes de la anatomía humana, como ojos, pechos femeninos, partes de la cabeza o brazos). Dispuestas sobre un fondo blanco vacío, Villalba completaba la creación con una serie de líneas y fragmentos de color con los que intervenía sobre las imágenes al mismo tiempo que ordenaban el conjunto, dando forma definitiva a la composición. La identidad del personaje queda anulada y sustituida por la de los distintos personajes que sobre él se reproducen, metáfora de la avalancha de información audiovisual derivada del auge de los mass media y que conduce a una alienación manifestada por la capa de plexiglás, que lo mismo se muestra como un elemento de protección que de aislamiento. Los "encapsulados" se convierten en símbolo de la incomunicación y de la constante exhibición a través de esta carcasa que parece evocar el efecto del escaparate: la soledad, el consumismo y la falta de comunicación dentro de la sociedad contemporánea interpretados y mostrados desde el pop crítico de Darío Villalba.
|
