| Clasificación Razonada |
La obra se inscribe dentro de la producción de los Zuloaga del último tercio del siglo XIX, donde utilizan como motivos decorativos un repertorio muy ecléctico, ya sea de estilo norrenacentista, neobarroco, del llamado Japonismo o de escenas costumbristas, como ocurre en el caso que nos ocupa.
Modelos como éste ya se expusieron en el pabellón que la fábrica de la Moncloa montó en el parque del Retiro de Madrid, con motivo de la Exposición de Minería de 1883, tal como se refleja en las fotografías que Jean Laurent hizo de esta Exposición Nacional.
La técnica utilizada para hacer la forma es mediante un molde, seguramente sacado directamente de una cornucopia de cerámica del siglo XVIII de la fábrica de Alcora, algo habitual en algunas de las formas que crearon los Zuloaga. La arcilla utilizada es de color rojo y después se ha dado un engobe blanco, sobre el cual se ha pintado con óxidos metálicos y se ha cocido una primera vez. Sobre este bizcocho se ha dado un barniz transparente de plomo y se ha vuelto a cocer una segunda vez. Es la técnica conocida como bajo cubierta y el resultado es una obra única, como si de una pintura se tratara.
Las piezas de la Moncloa no siempre se firmaban , salvo las de encargo o más especiales, como en este caso por ser equiparable a una pintura y no una obra de serie.
Daniel Zuloaga Boneta, junto a sus hermanos Guillermo y Daniel, pueden ser considerados como unos de los ceramistas que elevan la cerámica del carácter artesano al de objeto de arte, recuperando las técnicas antiguas españolas como la cuerda seca, la cuenca o arista y los reflejos metálicos. En ello influyó su padre, el artista del metal Eusebio Zuloaga, que en los años sesenta del XIX mandó a estudiar a sus hijos a la Escuela de Cerámica de la fábrica de Sèvres. A su vuelta, con ayuda de la Corona, consiguieron montar la fábrica de cerámica de la Moncloa en Madrid. En 1893, muertos sus dos hermanos, Daniel se trasladó a trabajar a la fábrica de Vargas en Segovia, y en 1908, tras un año como director de la fábrica de loza y porcelana de Pasajes al lado de San Sebastián, empezó su propia producción en el taller que montó en la desamortizada iglesia románica de San Juan de los Caballeros de Segovia. Aquí consiguió la fama con sus cerámicas y el taller se convirtió en centro de cultura, visitado por los artistas e intelectuales del momento. Muerto Daniel en 1921, sus hijos también ceramistas, consiguieron en 1949 convertir el taller en el primer museo que se hizo en España dedicado a un ceramista.
(Abraham Rubio Celada, 2017)
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