| Descripción |
La talla muestra cinco figuras de frente -cuatro femeninas y un varón- con la cabeza inclinada hacia el lado derecho y gesto afligido. La primera de la izquierda, una figura femenina, orienta su mmirada a la lejanía; un varón la sostiene por el codo. Este y el personaje femenino que está a su lado dirigen la vista hacia abajo; la cuarta eleva sus ojos al cielo, en tanto que la última muestra la mirada perdida. Todos visten manto y las cuatro mujeres velo.
Se representa el Llanto sobre Cristo muerto, si bien, el grupo está incompleto, puesto que no se conserva la figura de Cristo yacente y, tal vez, las de José de Arimatea y Nicodemo. No faltan las de la Virgen (que encuentra apoyo en San Juan), María Magdalena, María de Cleofás y María Salomé. Se trata de una composición arcaica, con las figuras dispuestas de forma monótona, colocadas en fila una junto a otra y presididas por una marcada isocefalia; les falta la riqueza compositiva que este tipo de representación alcanzará en la Edad Moderna. Sólo la variedad de gestos, actitudes y pliegues de la ropa palian esa rigidez.
A juzgar por la orientación de las miradas y la mutilación de las piernas, podría suponerse que, efectivamente, la escultura se componía de más figuras. Probablemente se cortó horizontalmente por la mitad, para poder transportarla, sin embargo, no parece lógico que se segregara la imagen de Cristo. Si hubieran formado parte del grupo Nicodemo y José de Arimatea tendría que haber sido flanqueándolo, puesto que la obra no muestra rotura alguna en los extremos laterales. Es posible que la escultura que nos ocupa se hiciera para formar un Llanto sobre Cristo muerto.
Según el expediente de adquisición del archivo del Museo, la pieza procede del convento de Santa Clara de Palencia. No conocemos ninguna referencia en cuanto a su ubicación original. Se conserva entre sus muros una figura de Cristo yacente, célebre por sus milagros, que al parecer halló a principios del siglo XV el primer Almirante de Castilla en el mar. Se veneró en Santa Clara, primero en el coro, y más tarde, próximo al mismo, en una capilla de la iglesia.
En los tiempos revolucionarios de 1868, las monjas tuvieron que huir temporalmente del convento y, de todas las imágenes del convento, únicamente pudieron esconder la figura de Cristo. En esos momentos se produjo la expedición de Rada y Malibrán a Palencia, que recogieron esta talla y la trajeron al Museo junto con otras piezas de igual procedencia.
La escultura pertenece estilística- e iconográficamente a los primeros años del XVI. Es obra de algún escultor activo en el ámbito palentino, conocedor de la obra de Felipe Bigarny, como se muestra en la estlización de las manos, las expresiones arrobadas y los finos rasgos faciales, muy similares a los de algunos santos del retablo mayor de la catedral de Palencia (1505-1509).
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