Descripción |
Pintura de la cabeza de San Anastasio, Monje Carmelita Descalzo y mártir. Durante la Edad Media, y más recientemente en los siglos XVII y XVIII -fecha esta última del cuadro, y la pintura-, seguía siendo muy venerado y su imagen aparecía frecuentemente en grabados, estampas y medallas religiosas, ya que era invocado contra el demonio y en la enfermedad ( en concreto era abagodo en los partos) Generalmente se representa su cabeza cortada y bajo ella -o en el reverso si se trata de medallas- aparece una leyenda donde se especifica que las actas del segundo Concilio de Nicea atestiguaban su intercesión contra esos males, como es el caso que se refleja en la leyenda inferior de esta pequeña pintura.
Es una de las muchas muestras existentes de esta icona, popularizada mediante medallas, estampas y cuadros de devoción que a menudo incluyen la leyenda de sus efectos protectores y sanadores. Se trata, por ello, de un cuadro apotropaico, con valor de amuleto, que aleja el mal, protege de él o que sirve para propiciar el bien. En la catedral de Oviedo (desde 1990, en el Museo de la Iglesia) se conserva otra muy parecida, pero con el motivo dispuesto en sentido contrario.1
San Anastasio fue un monje cristiano persa decapitado en Rufasa (Siria) el año 628. Parte de sus restos reciben culto en Roma, en la basílica de su nombre (piazza di Trevi, inmediata a la popular fuente), adonde fueron trasladados en el 640. Su festividad se celebra el 22 de enero y es patrono de Lérida. Pero en su culto convergen diversas personalidades, tanto históricas ( Anastasio el persa, Anastasio de Salona y Anastasio el ermitaño) como ficticias, cuyos atributos y gracias se confunden. Por haber sido ermitaño, fue adoptado por la orden del Carmelo como uno de sus precursores, formando parte de su santoral legendario, pues esta orden no surgió hasta 1209.
Marco moderno puesto en 2022
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