Descripción |
"Desde sus orígenes como pintor, José Manuel Ballester mostró un interés especial por las arquitecturas. Su paso a la fotografía, en el año 2000, pudo entenderse en un primer momento como una investigación auxiliar de su proyecto pictórico. Pronto se vio que el nuevo medio orientaba al artista hacia nuevos horizontes. Y es en el ámbito de la fotografía donde ha desarrollado un lenguaje personal, en cuyo vocabulario la luz, el color y el vacío desempeñan un papel protagonista. También son característicos los escenarios escogidos: lugares de trabajo, reunión o tránsito, intensamente ocupados durante la jornada laboral, pero que Ballester muestra deshabitados, en lo que tiene algo de exhibición de la vida privada del espacio.
Así, ha fotografiado museos, aeropuertos, pasillos y escaleras mecánicas o estadios. Su preferencia por los lugares públicos desolados le pone en relación con fotógrafos como Günther Forg, Andreas Gursky, Candida Höfer, Thomas Ruff o Frank Thiel. Lo que le distingue es su marcado sentido del color y el afán minimalista de sus creaciones, cuya pureza de geometrías, aun habitables, propone volúmenes perfectamente escultóricos. Exposiciones como Galerías de luz (2004) o Museos (2005) son buenos ejemplos de ello. También, recientemente, ha experimentado en dirección contraria: vaciando de personajes cuadros de El Bosco o Botticelli, para despejar de presencias el bello paisaje que habitaban (Espacios ocultos, 2008).
Los contenedores han suscitado la atención del fotógrafo ya desde el año 2004, como atestiguan sus fotos del puerto de Barcelona. Pero esta fotografía procede de su estancia en China en el año 2005, de donde trajo otras series que reflejan el espíritu de sus nuevas ciudades, urbes gigantes en las que el individuo apenas tiene un lugar. Con tres metros de ancho y casi la mitad de alto, la monumentalidad de esta imagen se corresponde con la gigantesca pila de contenedores que ha captado. En esta ocasión, su habitual dedicación a los espacios vacíos se trasmuta en una deliberada atención a la densidad de las formas regulares, a la plasmación del peso que se manifiesta en la composición horizontal. La acentuada perspectiva de la imagen, típica de los cuadros renacentistas y barrocos, guía al espectador hacia el fondo de la escena. El color es también aquí protagonista, así como una escala equívoca, que nos hace dudar del tamaño real de lo fotografiado" (Texto de José María Parreño, Catálogo CA2M, 2010).
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