Descripción |
Miniatura de formato oval con retrato masculino de medio cuerpo, ligeramente girado hacia su derecha y dirigiendo la mirada directamente al espectador. La figura se recorta sobre fondo en tono gris-azulado, donde se observa un cierto sombreado. El caballero viste levita azul oscuro con cuello de terciopelo que, abierta, deja ver un chaleco estampado en tonos amarillos y una camisa blanca con jaretas en la pechera, donde se adorna con un alfiler de oro. Completa el atuendo con una corbata-lazo en color oscuro. El retratado lleva el cabello corto, en tono castaño, peinado con raya a un lado y terminado en bucles sobre las sienes, por encima de las orejas. Luce poblado bigote y perilla, en un tono algo más claro, casi pelirrojo.
En cuanto a su postura, coloca su mano derecha por debajo del chaleco, mientras que la izquierda, con el brazo plegado, parece descansar sobre un libro u otro objeto.
La miniatura, de una mediana calidad técnica, está conseguida a base del punteado, apreciable especialmente en la zona del rostro y las carnaciones, combinado con pinceladas más amplias y con la técnica del rayado que se emplea para realizar los sombreados del fondo y para intentar captar el volumen en la zona de la indumentaria.
Se desconoce la identidad del caballero efigiado, así como la del autor de la miniatura. Aunque esta aparece firmada no se ha podido interpretar adecuadamente el nombre del pintor, que podría ser "Fransili". El retratado luce un tipo de peinado, con raya lateral a la romana y gran volumen de cabello ahuecado o rizado sobre las orejas, que estuvo de moda en la década de 1840 (MIGUEL ARROYO, C., "Teje el cabello una historia: el peinado en el Romanticismo". Madrid: Ministerio de Cultura y Deporte, 2021), época a la que se ajusta también la indumentaria y en la que se fecharía por tanto este retrato.
Este tipo de piezas experimentaron un gran auge durante el siglo XVIII, y posteriormente en el XIX, consecuencia de la gran demanda de retratos que reclamaba la sociedad. Ligado a este fenómeno, el arte de la miniatura alcanzó una extraordinaria difusión y fueron muchos los pintores, tanto especializados como aficionados, que se dedicaron a la producción de retratos. Estos objetos de pequeño formato permitían tener cerca la imagen de los seres queridos y, a menudo, estaban concebidos para ser llevados como adorno y complemento de la indumentaria, como habría sido el caso de esta pieza, ya que la miniatura está montada en un broche dorado.
(Catalogación: Rebeca Benito Lope. 2024)
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