Descripción |
Gustave Courbet fue un gran aficionado a la caza. A partir de 1857 produjo numerosas pinturas con temas cinegéticos, entre las que destacan las de ciervos, ambientados en paisajes boscosos por lo general bastante oscuros, o nevados. En línea con la pintura animalística barroca, sus composiciones son a menudo dinámicas y dramáticas, y han sido siempre contempladas con distancia por los críticos, que han visto en ellas un producto destinado al mercado del arte y a las clases pudientes, incongruente con la pintura más avanzada en lo social y en lo estético del artista. Algunos de sus contemporáneos se refirieron a Courbet como "un salvaje"; más acertado estuvo Théophile Gautier, en su reseña del Salón de 1859, quien le describía como un artista "rústico". Seguro que a Perejaume, que vive en la montaña, no le importaría compartir el calificativo. Ambos son artistas paseantes que hacen de la naturaleza un motivo para la reflexión, no solo vital, sino también artística. Ambos han sido subversivos, al frustrar las expectativas del espectador en cuanto a los géneros o los medios artísticos; al hacerlo, reconsideran momentos y formatos de la historia del arte.
Una de las líneas de trabajo más importantes en la obra de Perejaume ha sido la relación entre territorio y lenguaje, que expresa entre otras cosas la imposibilidad de una naturaleza virgen en la que la experiencia cultural acumulada no esté presente. La mirada, nos dice, nunca es libre, sino que está mediatizada por la herencia visual, artística. Y enfatiza esa condición al convertir en un "cuadro" la observación de un grupo de ciervos pastando que constituye la acción de la videoinstalación "Gustave Courbet". El formato relativamente reducido de la pantalla, apoyada en el suelo (lo que identifica el plano del suelo real con el del vídeo), facilita esa asociación, pero es sobre todo la presencia de la firma del pintor francés la que da la clave de la obra.
Perejaume ha reinterpretado diversas obras de arte del pasado, llevándolas siempre a su terreno. En esta ocasión el afán realista de Courbet es hipertrofiado a través de una grabación de los ciervos que tantas veces fueron motivo de sus cuadros. Pero el mencionado dramatismo de aquél es anulado aquí, irónicamente, al mostrar a los animales como ganado domesticado, lo que implica una negación del romanticismo asociado a las escenas de naturaleza salvaje. Aunque la idea de la pantalla de vídeo como cuadro con movimiento no fuese nueva, Perejaume la utiliza con una complejidad conceptual poco habitual. (Texto de Elena Vozmediano, Catálogo Colección CA2M, 2010).
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