Descripción |
Obra devocional que representa un pasaje de la vida de san Felipe Neri, en el cual la Virgen María se aparece al santo. La escena principal se enmarca en un triángulo formado por los personajes que marcan sus vértices: la Virgen, el santo y dos angelitos con un libro.
La composición está dividida en dos espacios diferenciados: en el ámbito terrenal, centrando la escena, destaca la figura de san Felipe Neri, arrodillado en el escalón de un templo. Ante él dos angelitos, uno sostiene un gran libro, mientras el otro señala un párrafo del mismo. La figura del santo, que va ataviado con casulla, destaca por su corporeidad, remarcada por el fuerte plegado de los paños que le imprime volumetría.
En el ámbito celestial, la Virgen preside la escena. Sobre ella se sitúa Dios Padre y el Espíritu Santo en forma de paloma, todo ello orlado por una corte celeste de angelitos y cabecitas de querubines. Esta iconografía sigue de cerca los modelos de Luca Giordano.
En un plano más alejado, sugiriendo profundidad, se muestra un paisaje. La proyección general de una luz irreal pero intensa aviva el cromatismo e indica que la escena se desarrolla en un ámbito sobrenatural.
La pintura, de colores brillantes y pincelada delicada, está sostenida por un dibujo marcado y bien definido y proporcionado. Los trazos son precisos y su realización denota la habilidad técnica del artista que aplica diestramente la difícil técnica de la pintura sobre cristal.
Posee un espléndido marco original, tallado en madera estofada y dorada, perfecto representante de la marquetería rococó. Destaca la profusa decoración de su copete superior a base de elementos vegetales que se prolonga por su parte inferior.
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Clasificación Razonada |
Esta escena se convirtió en el emblema devocional más popular de san Felipe Neri (Florencia 1515-Roma 1595) durante su proceso de beatificación en 1616, y se potenció aún más tras su canonización en 1622. Los pintores italianos del primer tercio del siglo XVII desarrollaron en sus obras una temática que pronto se divulgó por el resto de Europa. Las distintas versiones de esta representación ofrecen variantes en la figura de la Virgen, que en algunas ocasiones aparece con el Niño Jesús en brazos y, en otros casos, como este, se la representa como Inmaculada Concepción.
La composición del cuadro sigue un modelo iconográfico de gran éxito que Sebastián Conca realizó hacia 1740 y que se encuentra en Turín. De la misma morfología es un dibujo a lápiz negro realizado a mediados del siglo XVIII por un artista desconocido que se conserva en el Museo del Prado. Una tercera pintura de gran similitud compositiva es la realizada en el año 1827 por Antonio Salas Avilés (1784-1860), destacado pintor ecuatoriano. En líneas generales, y con ligeras variantes, esta iconografía fue muy popular entre pintores de primera fila como Tiépolo, Francesco Monti, Carlo Marata, Guiseppe Passeri, Corrado Guiaquinto, Sebastiano de Conca o Piazzeta entre otros.
La pintura que nos ocupa se coloca en la línea de las citadas con anterioridad, tan solo difiere en que es una escena invertida, hecho motivado por su ejecución sobre vidrio, un soporte poco utilizado en España. Fue en Nápoles donde se desarrolló su uso, destacando obras de artistas de la talla de Carlo Garofalo (1688-1705), discípulo de Luca Giordano (1634-1705), que en su estancia española pudo difundir estos modelos y técnicas.
En cuanto a su autoría, esta obra fue un encargo realizado a un artista local del que no tenemos constancia por ahora, cuya técnica denota una gran destreza y habilidad en el manejo de la pintura sobre un soporte tan delicado y poco común como es el vidrio. Los toques de color fueron aplicados de forma suelta y precisa y sus modelos están en consonancia con la pintura italiana del momento, por lo que nos encontramos con un artista avezado que se habría formado en Italia.
El hecho de que se cite como pareja de este otro cuadro de idénticas características técnicas y materiales, dedicado a la Virgen del Pilar, nos lleva a pensar que el autor fue un pintor local. Además, existe un gran paralelismo compositivo y cromático entre esta obra y la titulada "San Valero, San Vicente Mártir, San Pedro Arbués y Santo Dominguito del Val, en la Gloria" de José Luzán, pintada en el año 1757 y conservada en el Museo de Zaragoza.
Se da la circunstancia de que José Luzán Martínez (Zaragoza 1710-1785), uno de los artistas más destacados de la pintura aragonesa del siglo XVIII, se formó en Nápoles, uno de los lugares donde se practicaba la técnica de la pintura sobre cristal, por lo que resultaría verosímil apuntar a este artista como posible autor de la obra de la que tratamos.
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