Descripción |
Tanto este cuadro como el CE1291 se incluían en una serie de veinticuatro lienzos al óleo, con martirios de varios santos, que en 1612 donó el Duque de Lerma al Convento de San Pablo de Valladolid, del que era patrono. En el proceso desamortizador el conjunto se deshizo: parte de las pinturas se localizan en la Catedral de Valladolid, parte en el Museo y parte permanecen en paradero desconocido.
Son copias de los frescos pintados por Niccoló Circignani, llamando Pomarancio en la iglesia romana de Santo Stefano Rotondo, difundidos a través de los grabados realizados por Ambrosius Brambilla. Tenían una finalidad ejemplarizante: resaltar el valor del martirio, acumulando distintos episodios en cada composición, de los que uno se destaca en primer término; el uso de letras mayúsculas que vinculan cada escena con las inscripciones de la parte inferior del cuadro, donde constan los nombres de los personajes y el tipo de martirio padecido, evidencia el carácter didáctico. En este caso el protagonismo corresponde al martirio de San Policarpo que, en el centro de la composición, aparece rodeado milagrosamente por las llamas que debían quemarle.
La calidad de toda la serie no procede sólo de las soluciones compositivas proporcionadas por los modelos grabados, sino también de la personal aportación cromática del copista en su interpretación de los temas.
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Clasificación Razonada |
Ambos cuadros, este y el CE1291, formaron parte de una serie de "veinte e quatro lientos de dos varas de alto e vara e media de ancho al olio de mártires de diversos santos con sus marcos dorados" que el día 5 de noviembre de 1612 recibieron los padres dominicos del convento de San Pablo de Valladolid de manos de Juan Ladrón de Guevara y de Hernando Espejo, guardajoyas del "excelentísimo señor duque de Lerma, marqués de Denla, conde de Ampudia, comendador mayor de Castilla, capitán General de la Caballería de España... patrón del dicho convento", como parte de una extensa donación que continuaba otra anterior, compuesta por ornamentos, reliquias, relicarios, cuadros, plata, etc., hecha en septiembre de 1609, "por el mucho amor e voluntad que les tiene como tal patrón".
Efectivamente, durante su estancia en Valladolid el abate Ponz vio en 1787, colocadas en la sacristía del convento de San Pablo, "copias de los mártires y martirios que pintaron Antonio Tempesta y Nicolás Pomerancia en la iglesia intitulada San Estéfano Rotundo, de la misma ciudad (de Roma)". Por causa de la Desamortización de los bienes eclesiásticos de 1836 la serie se dispersó y a la Catedral de Valladolid pasaron ocho de estas pinturas con la representación de los martirios de Primo, Feliciano y Bonifacio; Úrsula, Edmundo, Tomás y Enrique; Gervasio y Protasio; Catalina, Faustina y Marcelo; Ignacio, Clemente y Simeón; Juan y Cleto; Cecilia, Tiburcio, Ponciano y Valeriano; Icta, Blandina, Átalo y Pontico. En cambio, al Museo Provincial de Bellas Artes fueron a parar, además de las dos ahora expuestas, otra más representando el Martirio de San Sebastián.
La iglesia de Santo Stefano Rotondo, situada en la colina del Celio, fue entregada en 1580 por el pontífice Gregorio XIII al Collegium Germanicum, destinado a los seminaristas jesuitas del área lingüística alemana que estudiaban teología en la universidad pontificia gregoriana. En 1583 Niccoló Circignani, llamando Pomarancio (h. 1530-1592), recibió el encargo de embellecer con frescos las paredes del cerramiento perimetral del templo, con temas representando suplicios de mártires que prefirieron morir antes que renegar de la fe de Cristo.
Todos los frescos poseen una leyenda escrita en latín y en italiano, además de versos con salmos o textos de profetas y los nombres de los emperadores que persiguieron a los cristianos desde Nerón a Diocleciano. Los protagonistas se pueden identificar gracias a la presencia de letras mayúsculas a las que aluden las inscripciones inferiores en donde se indica el nombre del santo y el modo en que fue martirizado.
Se pretendía que las pinturas tuviesen una finalidad didáctica de ahí que se realizasen a partir de composiciones muy claras y basadas en noticias históricas. Se ha apuntado la hipótesis de que el auténtico creador de esta iconografia fuese el padre Gallonio, amigo de Baronius y de Bosio y buen conocedor de los hechos de los primeros cristianos. Con la representación de estas escenas se deseaba, conmover a los que las contemplasen al tiempo que servían para mostrar a los seminaristas el duro ejemplo del martirio al que se exponían después de haber elegido el camino de la difusión de la fe cristiana en tierras paganas.
Los dibujos preliminares de Niccoló Circignani se grabaron por Ambrosius Brambilla y se publicaron en un libro editado en 1585, en la imprenta de Bartholome Grassi, una de cuyas tres partes, titulada "EccIesiae militantis triumphi", incluía las reproducciones de las pinturas de Pomarancio en Santo Stefano; otra, debida a Giovanni Battista de Cavallieri, titulada "Ecclesiae anglicanae trophea", contenía grabados representando los martirios sufridos por los católicos en Inglaterra; y una última parte contenía una biografía en imágenes de San Francisco de Paula. En muchas de sus historias Pomarancio insiste en utilizar unos esquemas compositivos muy equilibrados en cuanto a la agrupación de sus personajes, ocupando siempre los mártires protagonistas el eje central de la historia. Las actitudes violentas, las musculaturas hercúleas y el idealismo que demuestran los martirizados, carentes de los síntomas de dolor pese a la crueldad de sus verdugos, son elementos propios de un artista integrado dentro de la corriente manierista que imperaba en el mundo romano en el momento en que iba verse superada por la conquista y el estudio de la realidad que practicarían los pintores naturalistas.
Sobre el autor de las copias conservadas en Valladolid, el historiador local Sangrador y Vítores, al mencionar en 1854 en la capilla de San Juan Evangelista de la Catedral vallisoletana "cuatro cuadros menores de martirios de diferentes Santos", los consideró como "obra de Juan Martínez" reafirmándose en esta atribución al señalar otros "cuatro cuadros de martirios" en la capilla de San Miguel del citado templo como "de la misma colección de Martínez". Sin embargó tal atribución no tiene ninguna consistencia pues además de no haber existido ningún pintor con tal nombre tampoco podrían considerarse como pintados por Francisco Martínez (h. 1574-1626) ni por su padre Gregorio Martínez (m. 1598). Desechada tal atribución cabe interrogarse por el verdadero autor de esta serie de copias adquirida por el Duque de Lerma.
A juzgar por la excelente calidad que posee toda la serie, no puede considerarse al pintor como un mero copista de los grabados de Ambrosius Brambilla ni tampoco alguien que se haya limitado a colorear en lienzo las mencionadas estampas. La vibración que se aprecia en las copias, su rica coloración tan distinta de la frialdad propia de las pinturas originales hechas al fresco, revelan a un artista que sometiéndose a los modelos propuestos sabe interpretarlos con personalidad propia. Los paisajes tan sueltos de sus fondos, el toque de su pincelada en la construcción de las pequeñas figuras, la manera de salpicar con tonos muy, cálidos las diferentes historias, el modo de aplicar las luces y sombras y el realismo de algunos rostros hay que considerarlos como aportaciones del anónimo copista que bien pudiera ser identificado como un pintor romano o español conocedor de lo italiano.
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