Descripción |
Pieza cilíndrica con tapadera convexa provista de orificio central circular. Decoración Con puntos o círculos de distintos tamaños en color verde que se repiten en el borde exterior de la pieza enmarcando la inscripción en mayúsculas que ocupa todo el borde
La tuberculosis ha sido la más mortífera de las enfermedades contagiosas. La causa de esta enfermedad es el bacilo de Koch, que se extendió debido a las condiciones de vida de finales del siglo XIX y principios del XX: viviendas insanas, alimentación insuficiente y falta de higiene. En aquel tiempo escupir en la calle, en lugares públicos e, incluso, en las casas era una costumbre que no estaba mal vista. Esta práctica era uno de los principales vehículos propagadores de la tuberculosis, pues los esputos que expulsaban los enfermos se secaban y al barrerlos o pisarlos el bacilo se mezclaba con el aire y se transmitía a las vías respiratorias. Una vez conocida la causa de la tuberculosis, comenzaron las campañas de prevención de esta enfermedad. Una fácil medida de higiene era recoger estos esputos en recipientes apropiados como las escupideras. Estas escupideras se debían limpiar fácilmente y en ellas se echaba un líquido antiséptico que se cambiaba regularmente.
En estas campañas dirigidas a prevenir el contagio se recomendaba el uso de las escupideras en los domicilios, y era obligatorio su uso en las empresas de ferrocarriles y navegación, en los cuarteles, cárceles, centros de enseñanza, sanatorios y demás edificios públicos. También se solicitaba a los ayuntamientos la instalación de escupideras en las vías públicas y la adopción de medidas para que en los comercios, talleres e iglesias se colocasen dichas vasijas. Estas campañas hicieron que proliferase el uso de la escupidera en la vida cotidiana. Su incorporación al mobiliario urbano y doméstico provoca que una amplia gama de modelos y calidades irrumpa en el mercado. Las más finas y elegantes fueron destinadas a los salones de las casas burguesas, y a lugares públicos selectos como los teatros, cafés y casinos. Las de bolsillo se empleaban para uso individual y las de mayor capacidad para los centros sanitarios, hoteles, balnearios y pensiones. Su normalidad llegó a ser tal que los establecimientos comerciales las regalaban como publicidad.
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