Descripción |
En el anverso del vaso, y entre grandes brotes vegetales, una Nice conduce una biga. La diosa alada viste quitón y lleva diadema radial, pendiente y collar de perlitas. Sujeta con suavidad, sin esfuerzo, las riendas pintadas en blanco. Los caballos, de magnífica musculatura y robustas cabezas, levantan las patas delanteras indicando la poderosa fuerza y velocidad que imprimen a su carrera. Apenas pisan la tierra y parecen volar más que correr. El color blanco de sus patas es indicación de la excepcionalidad del animal al servicio de la diosa, de este tiro divino.
Nuestra imagen, realizada por un pintor de Campania, región de Italia colonizada desde el siglo VIII a.C. por los griegos, es una metáfora del triunfo deportivo, expresada a través de la Nice-auriga, vencedora en el certamen de la carrera de carros. Pero en la Magna Grecia la producción vascular tuvo un destino esencialmente funerario: los vasos acompañan al difunto en la tumba y en su viaje hacia el más allá y su programa iconográfico adquiere, por tanto, un claro simbolismo escatológico. La biga, aristocrático vehículo heroizador, la alusión al agón victorioso, el paisaje fecundo en su múltiple y exuberante brotar que enmarca la escena, son claves para la representación del tránsito final de la muerte y del renacer a una nueva vida. La misma Nice es aquí diosa psicopompa que conoce los caminos liminales y misteriosos de la muerte y que acoge al difunto para trasladarle al allende, al reino beatífico donde vivirá una existencia gozosa y eterna. ¿Por dónde transcurrirá ahora la fugaz carrera de esta biga maravillosa? El friso de ondas que subraya y delimita por abajo la escena evoca el paisaje marino, espacio iniciático esencial en el imaginario suritálico.
La imagen de la diosa expresa también un contenido ulterior: la victoria, el triunfo sobre la muerte. Su carrera es victorioso recorrido en el agón de la vida, entrada triunfal, tras cruzar la meta del óbito, en un allende reservado a los mejores, donde, como imaginaba Píndaro (frg.129), "unos se deleitan con caballos y ejercicios gimnásticos...y entre ellos toda dicha da hermosa flor". Pues lo que aquí se ensalza, expresado bajo el aristocrático y prestigioso ropaje del mito y del agón deportivo, es el tránsito, la adquisición de un nuevo estado que permite participar de la gloria e inmortalidad de héroes y dioses, y superar la existencia efímera y sin gloria de los comunes mortales.
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