Descripción |
En este vaso de la Magna Grecia, y en su cara principal, la escena representada nos conduce al ámbito de Dioniso y al encuentro del dios con su tíaso. Es un paisaje montañoso insinuado por filas de puntitos blancos, en gran parte desdibujadas, situadas a distintos niveles. Dioniso, desnudo, de largos cabellos, sentado en un desnivel del terreno sobre su manto, sostiene en su mano derecha un racimo de uvas y en su izquierda una bandeja con frutos. Una ménade portadora de nártex adornado con cinta blanca le ofrece la corona del triunfo. La escena dibuja la plenitud sobrenatural de los bakkhoi, de los seguidores de Dioniso, y respira la beatífica quietud del encuentro con el dios en un allende bienaventurado.
El motivo que decora el cuello del vaso, una rama de hojas de hiedra pintadas con barniz negro alternadas con frutos, alude también al mundo dionisíaco. La hiedra es símbolo del poder fecundador del dios, pues es el elemento vegetal siempre verde y húmedo, que nunca muere, signo de la inmortalidad que Dioniso concede después de la muerte.
Las imágenes de este vaso ofrecen una visión anticipada del paraíso prometido a los iniciados en los misterios báquicos y a quien con ellas se ha enterrado, pues el vaso fue destinado a acompañar al difunto como ajuar funerario.
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