Descripción |
Esta ánfora bilingüe es obra de dos grandes artistas innovadores, el ceramista Andócides y el pintor Psiax, en cuyo taller se inventó el estilo de figuras rojas. La firma del primero, ANDOKIDES EPOESEN, está incisa sobre el pie. El ánfora de tipo A es característica de estas producciones monumentales en las que se ensayó la nueva técnica. Dos paneles situados en el hombre de cada cara reciben la decoración figurada, una realizada en figuras negras, la otra en figuras rojas. Frisos de motivos vegetales estilizados componen la decoración subsidiaria y enmarque de estos paneles. Ramas de hiedra decoran la zona exterior de las asas y un friso de pétalos radiados la zona baja del vaso, sobre el pie. Bajo las asas, dos palmetas en figuras rojas rematadas en zarcillos en espiral.
En la cara A, los dioses acuden atraídos por el seductor sonido de la cítara de Apolo. El dios, representado como un joven de largos cabellos recogidos en la nuca, modelo de efebos, viste quitón largo y transparente, bajo el que se insinúan sus formas atléticas. Sostiene una cítara de múltiples adornos que tañe con el plectro, mientras con la mano izquierda extendida regula la sonoridad. A su alrededor se han reunido su madre Leto y Ares, situados a la derecha, y tras él su hermana Ártemis: Leto, vestida con fino quitón transparente e himation, con largos cabellos ceñidos por una diadema, que caen en bucles rizados sobre el pecho, imagen que recuerda, por el tratamiento de los paños y de la figura, a las korai en mármol contemporáneas; Ares viste como guerrero, casco corintio alzado idealmente sobre el rostro, gran escudo redondo, cuyo episema es un gallo negro, grebas para proteger las piernas y clámide corta; Ártemis, la virgen cazadora, viste quitón largo y cubre sus hombros con una piel de pantera, cuyas patas delanteras se anudan sobre el pecho, mientras que las traseras caen a lo largo de la espalda, en donde lleva también el carcaj. Los tres dioses con las cabezas inclinadas ante el son de la música, atentas sus miradas sobre Apolo, siguen el ritmo de la suave melodía chasqueando los dedos, subyugados por los deliciosos y seductores sones que surgen de la cítara divina.
Dioniso, estático, preside la imagen de la cara B, una escena simétrica y equilibrada, donde actúa como eje y núcleo de la composición. Viste quitón largo e himation y ciñe sus largos cabellos la corona de hiedra. Su cuerpo está representado de perfil hacia la derecha, mientras vuelve el rostro hacia atrás para contemplar a uno de los sátiros de su cortejo. El dios presenta el cántaros repleto del sagrado líquido a un segundo sátiro que contempla, extasiado, el maravilloso contenido del vaso. De su mano derecha brota la rama de hiedra que, inacabable y fecunda, se extiende hacia arriba y los lados.
A ambos lados del dios se sitúan dos sátiros de largas colas, pobladas e hirsutas barbas y puntiagudas orejas equinas. El de la derecha, representado de perfil, sumerge su mirada en el vino que ofrece el dios como regalo a los hombres, instrumento de la posesión y del entusiasmo dionisíaco. Sus gestos están detenidos en el momento de la contemplación; sus largos y finos dedos, dibujados con precisión caligráfica, se unen para acompañar el diálogo con el dios. El de la izquierda vuelve su rostro frontal hacia el espectador. En los extremos de la escena danzan dos ménades de carnaciones blancas, pintura fugaz que ha desaparecido en el rostro. Ambas dirigen su mirada hacia el dios; la de la izquierda agita en su mano levantada los crótalos, que marcan el ritmo de la danza frenética, característica del ámbito dionisíaco. Situadas en los extremos, expresan la marginalidad de las ménades y del mundo femenino.
Un programa iconográfico en torno a dos vertientes religiosas y rituales contrapuestos pero igualmente esenciales en el universo cultual y social de la polis ateniense, y en torno a la música - culta, sosegada, elitista la una, estruendosa, festiva, extática la otra- instrumento de paideia, de formación del ethos ciudadano, y de transformación.
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