Clasificación Razonada |
Daba a conocer García Chico en su colección documental un extracto de la tasación de los bienes de Juan Paulo Oliverio, en el momento de formalizar las cuestiones relativas a su herencia, en los siguientes términos:
"Retablo. Primeramente se descuenta y baxa de la partida susodicha cinquenta ducados quel dicho juan paulo oliveiro mando por su testamento que se diese y gastase en adornar el arco de su sepultura y enterramiento de los cuales el dicho jurado mostro un asiento con carta de pago como los tenia dados a Alonso Berruguete pintor, para hazer un retablo en el dicho enterramiento"
El lugar destinado a la sepultura era el monasterio vallisoletano de San Benito, pero en la transcripción del extracto no se insertaba la fecha. A partir de esa noticia se añadió la posibilidad de sumar una nueva obra al catálogo de Berruguete, identificándose el encargo con un pequeño retablo conservado en el Museo Nacional de Escultura, compuesto por tres tablas pintadas, la central dedicada a santa Ana y las laterales a san Juan Bautista y a san Benito abad, datándolo hacia 1534 una vez concluidas las obras del retablo mayor de la iglesia. Localizado el lugar exacto en el que se disponía el enterramiento, en el primer arco del lado de la Epístola junto al trascoro del templo, la obra, que pasó muy desapercibida, ha quedado adscrita más al taller que a la ejecución personal del artista.
La mazonería remite a los modelos empleados en los retablos del maestro en el uso de las columnas abalaustradas y también en todo el repertorio de ese ornamento secundario, como tarea de los entalladores que formaban parte de su eficiente equipo. La estructura reproduce otros modelos canónicos en cuya traza interviene Berruguete, como sucede con los retablos de los alabastros del propio trascoro de San Benito, expuestos en el Museo Nacional de Escultura, o con el cuerpo inferior del conjunto de Santa Úrsula de Toledo. En los netos inferiores cuatro pequeños bustos muestran a dos parejas vestidas a la antigua, que quizás podrían aludir a idealizados retratos de la familia del donante, añadiendo un punto de interés particular al conjunto.
En el caso de las pinturas la evidencia de la relación con la producción de Berruguete es aún mayor, aunque la lejanía literal de las mismas respecto a sus obras documentadas sea una realidad. Los aspectos generales, compositivos o cromáticos, especialmente en la representación de san Juan Bautista, aluden a un modo de entender la pintura que rompe con los esquemas tradicionales.
Incluso sin tener en cuenta la identificación del retablo se ha destacado la tabla de San Juan por su concepción irreal, por la distribución cromática y la luz. La composición está dotada de una fuerza especial, describiendo una diagonal muy del gusto de Berruguete. La fuerza anatómica, la imprecisión de los trazos o los estereotipos en el vuelo circular e incorpóreo de la capa, mezclados con el particular tratamiento lumínico, sirven para adjudicarle una paternidad muy personal en su ejecución.
Necesariamente hay que tener en cuenta, aunque sea reiterativo recordarlo, el modo de trabajo de un taller con las expectativas y el volumen de obra que tiene Berruguete, que llevaría a una desigualdad en los resultados. La plasmación de diseños y su supervisión fueron tareas a las que se hubo de reducir la participación del maestro en muchas de las creaciones que figuran entre sus encargos documentados, por lo que se trataría de un conjunto realizado bajo la dirección del maestro y una amplia participación de taller.
Un nuevo dato documental volvió a poner sobre la mesa la identificación del retablo. Cuando en 1576 el hijo de Juan Pablo Oliverio dictaba en Toledo su testamento, se ocupaba de que su hijo mantuviera los aniversarios que se debían hacer en Valladolid en el sepulcro de su padre. Así mandaba que se celebrara la festividad de Todos los Santos en: "La sepultura de mi padre que aya santa gloria, su abuelo, ques en la iglesia y monisterio de san benyto de Valladolid ques un arco muy onrrado y adornado y dotado de dos misas cada semana dentro de la yglesia y rreja de la nave de la mano derecha de la capilla mayor y un rretablo de nuestra señora y de los dos san juanes de mano de berruguete".
La declaración no puede ser más clara, tanto en lo referido a la localización como a la autoría del retablo, con la particular expresión de mano de, que transmite un carácter más personal a la obra y proclama la fama del artista fallecido en 1561. Sin embargo, la descripción iconográfica no coincide al pie de la letra con el retablo conservado. En efecto está san Juan Bautista, el más berruguetesco del conjunto, pero falta el Evangelista, sustituido por san Benito, así como la imagen de Nuestra Señora, transformada en una santa Ana trina. Quizás la lejanía de Valladolid y la distancia temporal hizo que se modificaran las devociones en la memoria.
Juan Pablo Oliverio era en realidad Giovanni Paolo Olivieri, doctor en ambos derechos, subcolector de la Cámara Apostólica y natural de Nocera. Parece que su llegada a España fue acompañando al nuncio papal Bartolomé Scandiano, de quien era sobrino y secretario, un dignatario amigo de Pedro Mártir de Anglería que había venido a nuestro país en 1488, donde permanecía hasta la muerte de Inocencio VIII en 1492.
Oliverio se iba a asentar en Valladolid, donde fallecía en 1536, y uno de sus hijos, el mencionado Juan Bautista, trasladaría su residencia a Toledo. Allí obtenía el cargo de jurado en el municipio casándose con la hermana de Juan Ruiz de Rivera (+1539), un acaudalado canónigo de la catedral primada, que refundaba y dotaba en la catedral la capilla de Santa Leocadia, convertida en panteón familiar, de modo que se dejaba a un lado la sepultura vallisoletana.
Juan Bautista Oliverio desempeñó además otra importante función, en una conexión efectiva con los círculos artísticos en los que se iba a mover Berruguete, cuando iniciara su fructífera instalación en Toledo. Desde finales de la década de 1540 era veedor de las obras del Alcázar, desempeñando una tarea que heredaría su hijo. Atendiendo a sus obligaciones junto a Villalpando (c. 1510-1561) o Covarrubias (1488-1570) actuará en compañía de Ambrosio de Mazuelas, mayordomo y pagador del propio Alcázar, directamente relacionado con otra obra toledana del maestro de Paredes, el retablo de Santa Úrsula.
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