Bibliografía |
El mundo de las creencias. 1999. 203, fot; Después de la Virgen María, son los santos las figuras que gozan de mayor arraigo en el cristianismo de nuestro paìs. Los santos son hombre y mujeres, personas de carne y hueso que, demostrando especiales virtudes en su vida terrenal, han sido declarados por la Iglesia como tales. Es precisamente esa cualidad humana la que ha favorecido la estrecha identificación de los fieles con los santos y santas que, desde los primeros tiempos del cristianismo, han formado parte d e la extensa y permanentemente incrementada galería de personalidades excepcionales denominada santoral. El culto a los santos está estrechamente ralcionado con el culto a las reliquias, confirmado en la sesión de claususra del COncilio de Trento en 1563, una devoción que fue fomentada, además, como respuesta a su expreso rechazo por parte de los protestantes. Puesto que ésta era la doctrina oficial de la Iglesia Católica, Felipe II se adhirió a ella con entusiasmo, iniciándose así la estrecha relación entre relicquias y devoción que caracterizará la práctica religiosa en nuestro país durante las centurias siguientes. Con el paso del tiempo y debido a la demanda cada vez mayor de esytos recuerdos, los restos de materia orgánica o de elementos textiles denominados reliquias acabaron siendo substituidos por las imágenes, pintadas, bordadas o impresas de los santos. Esta evolución formal, que se advierte cvon claridad al estudiar los distintos conjuntos de relicarios conservados en España, no afectó, sin embargo, a la intensidad de las devociones.
La extensión del culto a los santos está muy vinculada a la difución dela imagen impresa, un proceso en el que las aleluyas jugaron un destacado papel. Se denomina aleluya a cada una de las estampitas que, formando serie, contiene un pliego de papel, con la explicación del asunto. Si bien en origen pudieron servir para adivinar el porvenir o como elementos de juego, muy pronto adquirieron un valor pedagógico. Las alleluyas de santos presenta, en efecto, una serie de imágenes religiosas identificadas con su correspondiente nombre. La mera contemplación visual del pliego permitía la educación religiosa del fiel, que podía reconocer cada imagen gracias a sus atributos específicos. Además de servir como catecismo visual, el bajo precio de estas estampas favoreció que las imágenes se recortaran individualmente, colocándose en el interior de los estuches y de las joyas denominadas relicarios. Esta tarea se realizaba en los conventos de clausura femeninos, donde las monjas cortaban, coloreaban y decoraban con talcos las pequeñas estampas, disfrazando y enriqueciendo lo que en principio era un simple fragmenteo de papel impreso.
M.A.H.F..
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