Descripción |
Entre los muy escasos ejemplos de personas de color registrados en el santoral cristiano está Benito de Palermo, conocido por apelativos más explícitos como el Africano, el Negro o el Moro de Palermo. Nació en el siglo XVI en la provincia italiana de Mesina, de padres esclavos africanos manumitidos, y tras su paso por una comunidad eremita de regla franciscana, ingresó como lego en los frailes menores en Palermo, donde le asignaron trabajos de cocina. Pese a carecer de toda formación, sus dotes naturales le permitieron llegar a guardián del convento y maestro de novicios. Se le atribuyen numerosos milagros y, aunque fue objeto de inmediata veneración tras su muerte, no fue beatificado hasta 1743 y su canonización no se produce hasta 1807. La existencia de imágenes como ésta, anteriores a esa fecha, se explicaría por la fuerza de un culto extendido por toda Sicilia, España, Portugal y especialmente Iberoamérica, que la jerarquía eclesiástica permitió y terminó finalmente por oficializar.
Posiblemente algún sirviente negro sirviera de modelo para la juvenil cabeza, vuelta hacia el crucifijo que sostendría con su mano izquierda, mientras que en la derecha encierra su atributo característico: un corazón del que manan siete gotas de sangre, en referencia a las virtudes que le adornaron (las tres teologales y las cuatro cardinales).
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