Descripción |
Se trata de un útil formado por un bastidor de madera en forma de triángulo equilátero, de cuya base parte un pie torneado y alto que, a su vez, descansa sobre una superficie triangular y tres patas. En el vértice y los lados inclinados del triángulo, se han fijado escalonadamente quince canutillos de hojalata, donde se colocarían las velas. Las únicas concesiones decorativas las componen la sencilla moldura biselada en el recorrido del frente triangular y el contorno irregular concéntrico del pie.
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Clasificación Razonada |
El Oficio de Tinieblas u Officium tenebrarum es el servicio litúrgico del oficio divino, dentro del rito romano, que se llevaba a cabo en los tres últimos días de la Semana Santa. Dado que este rezo se enmarcaba dentro de la Liturgia de las Horas, de jueves, viernes y sábado, en ese momento, es decir, durante la conmemoración anual cristiana de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret, se anticipaba a la víspera. Tenía, por lo tanto, la particularidad de hacerse al atardecer, en "tinieblas", de ahí que reciba este nombre.
La celebración del Oficio giraba en torno a un objeto, el tenebrario, instalado en el presbiterio. Este candelabro de forma triangular presentaba las quince velas que se iban apagando progresivamente, lo mismo que las luces del templo, después del canto de los salmos y las lamentaciones del profeta Jeremías (650-585 a.C.). El rito se iniciaba por la vela situada en el ángulo inferior derecho, apagándose el resto al final de cada salmo, alternativamente a uno y otro lado del candelabro; dado que había nueve salmos en los Maitines y cinco en las Laudes, al final sólo quedaba encendida la vela del vértice superior, la más alta del triángulo, que solía ser blanca, en contraposición al resto, de color amarillo. Entonces, se cantaba el Miserere, a la vez que se ocultaba el tenebrario detrás del altar, simbolizando la entrada de Jesús en la sepultura y la consiguiente sumisión en la oscuridad de la Iglesia, en espera de la luz que surgiría en la Vigilia Pascual. Una vez finalizado el salmo penitencial, el clero y los fieles producían estrepitosos sonidos provistos de carracas, matracas y mazucos, simulando la conmoción y los estremecimientos que acontecieron a la naturaleza al morir Jesucristo; la sonoridad cesaba repentinamente al reaparecer la luz trasladada por el tenebrario de detrás del altar, símbolo del resucitado.
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