Descripción |
En la cara principal tres hoplitas se preparan para partir. La cuádriga ocupa la mayor parte de la escena y es el centro de la composición. El carro es ostentación, en esta época no se utilizaba para la guerra, es nostalgia. El auriga es imberbe, está subido al carro vestido con una larga túnica y un manto y lleva la fusta o kéntron. El guerrero central, destacado de los demás, se coloca tras el carro y lleva toda la panoplia hoplítica. Nuestro hoplita central no parece llevar espada pero sí lanza. Conversa con un hombre mayor, barbado, de túnica ricamente bordada, probablemente el padre, que sujeta una de las lanzas. La mujer ocupa el sitio habitual en esta clase de escenas, de pie, a la derecha. A su lado se coloca otro hoplita con el cuerpo cubierto por el redondo escudo de borde rojo cuyo episema blanco es un trípode. A la izquierda de la escena otro guerrero, similar al de la derecha, cierra simétricamente la composición. En su escudo el episema es un toro blanco con los detalles incisos.
En la cara posterior Dioniso aparece entre sátiros y ménades bailando. En el centro el dios barbado y de cabello largo coronado con hiedra, avanza lentamente hacia la derecha, envuelto en un manto de bandas rojas y negras, con un ritón en la mano izquierda. Delante marcha un sátiro que vuelve la cabeza hacia él y del que se ha perdido casi totalmente la parte superior. A la derecha una mujer mira hacia la izquierda. Su figura está totalmente perdida en la parte superior, lleva la nébrida o piel encima del vestido. Abre la marcha un sátiro bailando. A Dioniso le sigue otro sátiro. Detrás baila una ménade que cierra el cortejo.
En estas escenas el dios no participa nunca de la agitación de los miembros de su cortejo. El es la epifanía, la manifestación divina. Sólo él bebe vino puro de su cuerno y se muestra sereno y sobrio, ajeno al movimiento y a las pasiones de su tíaso.
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