| Descripción |
Todas las obras de Eugenio Ampudia parten de una fe inmutable en el arte como fábrica de ideas y en una definición del artista, no como genio creador de objetos, sino como mero transmisor: un operario de esas ideas que se vale de todas las técnicas a su alcance. En consecuencia, habitualmente practica la creación audiovisual mediante manipulación y montaje de imágenes más o menos comunes y emplea disciplinas que llevan al objeto artístico a lo intangible. Asimismo, a menudo, las reflexiones que proyectan tales, digamos, transmisiones conceptuales, tienen que ver con el mismo papel del Arte, de su Historia y las diferentes funciones casi biológicas para su funcionamiento desarrolladas por el artista, el espacio expositivo, los especialistas, el mercado y el receptor. De algún modo, el espacio en que Eugenio Ampudia ha decidido hurgar mediante su práctica son esos rincones en los que, como polvo, se acumulan las contradicciones, esterilizantes o fértiles, del sistema cultural de masas; el mismo ámbito donde las grandes obras de la pintura se convierten en pop hasta casi rozarse con lo kitsch.
Rendición es un vídeo digital que representa con claridad su trabajo. Constituye la pieza intermedia y menos obvia de una trilogía que arranca con "En juego" (2006) y cierra "Prado GP" (2007), donde retrata los circuitos y puntos de contacto establecidos en nuestro tiempo entre el arte y el espectáculo y el papel del público como mero consumidor apresurado, como turista del arte convertido en suceso espectacular y la obsesión por el hecho cultural y el imperio de lo nuevo. Con todo ello conecta "Rendición", una obra venenosamente ambigua que incrusta asimismo el arte en el acontecimiento deportivo, pero cuya sonda porta ideas algo más sutiles y acaso más ricas. En un estadio de atletismo, con el ambiente de las grandes citas deportivas, varios saltadores se preparan y realizan intentos (unos perfectos y otros fallidos) de sobrepasar con sus pértigas el cuadro "La rendición de Breda", de Velázquez. Analogías, equivalencias y colisiones semánticas se multiplican. Los deportistas son los nuevos soldados, con pértigas en lugar de lanzas, pero, ¿el saltador, no es acaso el espectador? Más aún, ¿acaso no podemos identificarlo con el artista? El archiconocido y descomunal lienzo puede ser entendido como la gran obra que, en ese deporte que es el turismo de arte, el espectador adocenado pasa por encima como quien intercambia cromos. Pero también como una barrera anacrónica (la de la Historia del Arte Consagrado y la obra del genio pictórico) que dificulta a los contemporáneos (operarios y espectadores) abrirse a la clase de arte y de ideas cuya bandera enarbola Ampudia (Texto de Abel H. Pozuelo, Catálogo Colección CA2M, 2010).
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